Ricardo y Rodrigo beben por Petit Thouars un viernes por la noche. Ambos terminan los cinco de la semana cansados de buscar trabajo. Ricardo aún no consigue nada, las deudas lo acusan y vive de su último sueldo, el mismo que se le va en sorbos soberbios de licor. Rodrigo invita la primera ronda pues las condiciones de su amigo no son favorables para ningún cuerpo.

Ricardo sigue desvariado, en luto por la pérdida de su trabajo. Extraña las madrugadas frías en aquella oficina de Miraflores, las conversaciones con Marito, el jardín podado educadamente y que se convertía en un espejo cuando la luna se asomaba. Sin embargo, no quiere regresar jamás, no quiere volver a pisar ese edificio. Lo extraña prudentemente, con la nostalgia adecuada, sin caer en lamentos o reclamos.

Por otro lado, Rodrigo se prepara para ser padre, a pesar de la asimilación de esa noticia, no puede disimular el temblor en sus piernas. Siente nervios, temblores, incertidumbre, preguntas a su alrededor. Ambos se actualizan de sus últimas semanas. Rodrigo comparte su pseudofelicidad y Ricardo su pseudoestabilidad. Los dos amigos platican en una esquina, ocultándose de la poca luz, bebiendo, escapando de su desempleo en una ciudad que los trata con realismo y que los hacer ver como dos reverendos idiotas un viernes por la noche.

- ¿Qué vas a hacer? -pregunta Rodrigo.
- No lo sé – responde Ricardo, luego de pedir una cerveza más- simplemente me sentaré en mi laptop y empezaré a escribir lo que venga a mi cabeza.
- Es un poco tonto, ¿no?
- Quizá.
- ¿Por qué mejor no haces otra cosa?
- ¿Por ejemplo?
- Ir al cine, tener sexo, jugar fútbol, buscar una cita o algo así.
- No funcionaría, terminaría agarrando una servilleta del café y escribiendo en la cara de la chica.
- Te presento una mujer con la cual sería inevitable que te distraigas.
- ¿Vas a sacar tu lista de mujeres interesantes?
- No, eso sería machista, simplemente quiero que hagas algo diferente. Cánsate de ir a embriagarte Richi y llegar a tu casa los domingos a las 10.
- Llego a las 9.
- Te estás yendo al carajo tío.
- No lo sé, tal vez. Sucede que no puedes parar cuando empiezas a hacer algo que gusta.
- ¿Te gusta embriagarte?
- No, me gusta escribir ebrio, cuando escribo sobrio soy un idiota más.