Hannah, a pesar de la distancia, sigues dando en el blanco.
Ayer después de mucho tiempo volví a escribir, y hay cosas nuevas por contar, pero vuelvo a decir que es mejor estar lejos de ti. Y por lo del libro, ya habrá momento para que me lo devuelvas.  
No sé por dónde comenzar, porque siento que ya todo acabó. 
Regreso a ti, como si fueras mi droga favorita, de esas que sabes que te matará algún día, pero no la quieres dejar. Han pasado solo tres días y parece una eternidad, días en los que pienso en ti y me duele el corazón, me dueles tú. 
Me duelen tus mentiras, tu cinismo, tu mala entraña, tus labios, tus ojos, tus manos, tus "te quiero". Porque nunca pensé que serían tan falsos, tan vacíos, tan todo lo que siempre criticamos y odiamos. Porque ahora mismo, me odio a mí, odio mi inocencia, odio extrañarte tanto, odio el poco amor que me tengo por escribir de ti, por ti y para ti. Porque nunca pensé escribirte con el hígado, con un nudo en la garganta, con tantas ganas de no existir. 
Ahora que recuerdo cada palabra tuya, cada una de ellas, no dicen nada y pienso si todavía pueden haber más mentiras, si realmente se puede volver a confiar, si existen segundas oportunidades, si valdrá la pena un "borrón y cuenta nueva". Y de nuevo vuelvo a recordarte, pero esta vez, en otra piel, reflejado en otros ojos, en otros labios pidiéndote que la quieras, rogando migajas de ti. ¿Por qué? ¿Cómo pasó todo este desastre? Y me pregunto una y mil veces, ¿por qué a mí? ¿o es que acaso me lo merezco? Sí, debe de ser eso. 
Pero dentro de todo, lo que más odio es que hayas decidido por mí, porque tú pensaste, tú creías, tú, tú, tú. Mientras sólo pensabas en ti y te preguntabas por qué no te miraba a los ojos; yo te quería en secreto, en un silencio a gritos. A veces sentía lástima de mí misma, buscando excusas para hablar y verte, para cruzar miradas, porque en esos milésimos de segundos, te podía ver junto a mí...de nuevo. 
¿Qué más podría decirte? ¡Ah, sí, claro! Lo olvidé, lo que más odio no es tu egoísmo, lo que más odio es que te quiero, te quiero bien, te quiero y mientras escribo esto, negaré que te quiero igual o más que antes. Parece que ya no importa después de desahogarme líneas atrás. A pesar del texto intensamente crudo, hay más corazón que hígado.
Hannah, gracias, por aún acordarte con tanto cariño de mí.

Te mato con ganas,
para que de una vez por todas
no vuelvas a pasar por mi trabajo,
te mato con dedicación y esmero,
para que sepas que me importaste
hasta el día en el que me asesinaste.

Te mato con cariño
para no verte la cara nunca más,
para que no aparezcas con tu libreta
y tu pinta de escritor de los ochentas,
te mato, a ti y a tu iPod, con sus canciones,
te mato, porque ahora sí puedo hacerlo.

Te mato con todos mis poemas,
con mis escritos desordenados y cursis,
y estoy segura, voy a disfrutarlo,
porque aprendí a escribir así,
con el hígado ardiente en una mano
y el corazón destrozado en la otra.

Te mato con las fuerzas que me dejaste,
con las frases de mi madre,
con los consejos de mis amigas,
te mato con mi orgullo,
porque lo he encontrado
después de mucho tiempo.

Te mato con mi voz,
con la chillona, con la sonora,
con mi canto y todos mis gallos,
te mato con mis tacos y mi maquillaje,
con mi rímel, que no se correrá nunca más,
con todas mis trenzas rebeldes y alocadas.

Te mato, y me bebo medio bar,
brindando por mi asesinato,
celebrando mi crimen encima de tu tumba,
te mato y hago fiesta,
porque las buenas acciones se celebran,
y con buenos sorbos de alcohol.

Te mato
porque me enseñaste a resucitar,
y fue lo peor, para ti, que me pudiste enseñar,
porque ahora he vuelto, más decidida que nunca,
con el objetivo claro y conciso,
de matarte las veces que se me plazca.

Está lloviendo en Lima y me pregunto si ya fuiste a clases. Espero no te hayas distraído con las ardillas del bosque y los chicos del equipo de baloncesto. Me preguntaste por qué no escribía. He querido ponerme al día estas semanas, sin embargo, algunos rollos personales me han distraído. Te pondrá contenta saber que ya todo está solucionado y que he vuelto a tener el control de mi vida.

Por fin renuncié a mi trabajo. Me cansó la falta de respeto y valoración a mi esfuerzo y conocimiento. La informalidad y mediocridad de algunas empresas es detestable. He empezado a buscar empleo. Me urge encontrar un trabajo pronto, viene marzo y tengo que volver al instituto además de pagar mis deudas. He pensando en publicar la novela que te comenté y vivir siendo escritor pero creo que esos tiempos de sobrevivir con tu arte ya pasaron. No lo sé, podemos conversarlo cuando vuelvas.

Me he propuesto publicarlo para el fin de verano. No tengas duda que enviaré una copia a Misuri. No tengo idea en donde la presentaré. Maia me dice que lo haga vía streaming. Me estoy inclinando por esa opción. También pienso subir el poemario que escribí el año pasado, el cual está listo para ver la luz pero que por pendientes de la carrera no he podido hacer. Ese también te lo haré llegar con las salsas peruanas que extrañas tanto.

He recibido las fotos que me enviaste de tu viaje a Canadá. Los paisajes se ven increíbles. Espero realmente algún día hacer ese viaje contigo y no volver aquí. Últimamente esa sensación se apropia de mí. La idea de alejarme de Lima ronda mi cabeza con cada vez más intensidad. Debo hacer ese viaje. Poner mis días en 'Modo avión' y sentir esa paz que anhelo hace mucho tiempo. Sé que es cuestión de meses para que me veas en Marshall. Espérame un poco más. Ya llego.

Con una sonrisa.
Dan.

Las imágenes más vivas
son tus dedos hundiéndose
en mis mejillas,
tus brazos abrazándome la vida,
tu sonrisa de anime,
tu risa "silenciosa".

Tu maquillaje a lo Amy Winehouse,
tu manera de servirte los tragos,
la inclinación de tu cuello al fumar,
tu sarcasmo ideal para un mal día,
tus jodas, tus bromas y tus malos chistes.

Los que nunca entiendo
pero igual me hacen reír.

¿En dónde estás Doña Sarcasmo?
Quizá bebiendo en algún bar
o en algún parque con tus chatas
o tu pisco que nunca abandonas.
Sé que en donde estés, estarás
oyendo canciones de los ochentas
y acompañada de una caja de cigarrillos.

Las fotografías más vivas
son tus giros con vestidos de colores,
el tatuaje detrás de tu oreja,
tu lunar ubicado a centímetros
de tu ojo izquierdo,
tus blusas, tus pírsines y tus infaltables Converse.

Las que extraño al caminar
cuando decido irme, un poco, a la mierda.