No me quiero dormir porque después
no me voy a poder despertar.

Deseo que mis cenizas sean tiradas al mar peruano, que se hundan en aquel manto decolorado y triste el cual me acompañó muchas veces en esos días que caminaba como un loco con una libreta bajo el brazo y me sentía nadie. Me sigo sintiendo así, la diferencia es que ahora lloro menos y fumo más.

A partir de las 8 a.m. para adelante solo pienso en dormir y si alguien se atreve a llamarme antes de la 1pm es condenado a la horca sin poder defenderse. Si me dicen que voy a ser papá, que un familiar falleció o que seré millonario antes de las 8 a.m. es probable que no me importe. No podría demostrar alguna emoción, no me inmutaría, al contrario, iría olvidando toda noticia en el camino hacia mi cama. Luego de la 1 p.m. podría sonreír, celebrar, emocionarme. Antes no.

Trabajar de madrugada es exacto para mi resto del día, pues puedo desarrollar asuntos de la universidad y otros proyectos con total normalidad, ojo, si antes he dormido al menos 4 horas. Si no es el caso puedo ir por mi fiel café y todo está solucionado. Aunque siempre están aquellas “almas bondadosas” que te aconsejan para “bien”, te hablan de lo dañino de tomar café y te sugieren renunciar a tu trabajo de madrugada porque te puede volver loco. Los miro con una amabilidad mentirosa y mentalmente los mando al carajo.

Gardel me recuerda a Nadia. Quizá por eso a veces tarareo “El día que me quieras”. ¿Llegaste un día a quererme o a quererlo? ¿Necesitabas eso, un hombre formalito, católico, que vaya a misa y que cante bonito? Quizá si. No necesitabas a un tipo con hemisferios cerebrales jodidos y que pensara solo en escribir, te asustaba el chico demente que podía follarte en el confesionario mientras el cura daba la eucaristía. Lo siento Nadia, nunca seré así.

Valentina me odia, creo, y la verdad es que no me importa mucho. Me preocupa más el estado de su abuela, Isa, y de su madre, Mar, hace meses que no las veo y no tengo noticias de ellas. Las extraño. Mar, el día de mi cumpleaños (hace una semana) me sorprendió con un mensaje de texto. Realmente no pensé que se iba a acordar de mi onomástico, sin embargo, al mediodía: Feliz día, siempre serás mi amigo. Sra. Mar e Isa. Me estremeció y estuve callado buen tiempo planeando una sorpresa para ella e Isa.

Lo tengo proyectado. Cuando Valentina se vaya a trabajar iré a aquella casa en Magdalena donde fui feliz tantas veces y llevaré el postre que les gusta a Mar e Isa. Tomaremos café y le contaré a Isa de lo que hago por estos días así tenga que alzar la voz. Yo oiré las anécdotas de sus pretendientes, de sus amigas del colegio y hablaremos de las noticias que lee en el diario. Reiremos mucho, hasta extasiarnos. Cuando me despida las abrazaré muy fuerte a ambas y les diré: Ustedes siempre serán mis amigas.

Los buenos tiempos vuelven a tocar la puerta y se tiran en mi escritorio. Me llega una invitación para escribir en una revista, la acepto; en la universidad el proyecto del Grupo Literario Sabales va tomando potencia y se afianza para cosas más grandes; se acerca la gratificación y celebro con algunos amigos el medio siglo de Rayuela; lo único triste es que Camila no está para contarle todas estas cosas.

A veces la extraño. A veces también me siento solo.

día cero

memories 

mil desfogues

nunca encontraré a alguien que se parezca a ti

héroes del ayer

tú y yo


Hoy amaneció triste. Debo quererte, pero no puedo.

Aquel sábado, un día antes del tercer domingo de junio, no quise presenciar la despedida de mi padre en el aeropuerto. Inventé una excusa a mi madre para no estar presente en ese momento. Me parecía inconcebible la idea de despedir con llanto y dolor a un esposo que escapaba de su hogar por, según él, haber encontrado el “verdadero amor” en otras tierras. Vendió su auto, sus ternos los repartió entre algunos amigos, dejó algunas camisas en mi cama y envió con mamá un recado a su único hijo. Era un mensaje mediocre justo a tres días de mi cumpleaños el cual arrojé al tacho.

El día siguiente el silencio se apoderó de la casa, aquel lugar paternal estaba vacío, sabíamos, mis hermanas, mi madre y yo que no iba a regresar. Los domingos (Día del Padre) en que me levantaba temprano y corría hacia su cama con un regalo entre mis manos ya no iban a volver. Era en vano reírse o sonreír. Yo estaba decidido a olvidar su cariño y su imagen amical durante tantos años. En la noche de aquel domingo lloré con coraje, me quedé triste y perdido durante horas y días. Mamá se acercaba por las noches a mi habitación y me recostaba en sus piernas, me acariciaba el cabello y me decía que todo iba a estar bien, que es bueno volver a empezar y que debía tener fuerzas. Llorábamos juntos y me apagaba la lámpara antes de dormir. Nunca me había sentido tan débil y con tantas preguntas en mi cabeza.

Ha pasado casi un año desde aquel domingo y puedo decir valerosamente que he y hemos sobrevivido a su partida y a su ausencia. Hay días en que lo culpo directamente de algunas desgracias sentimentales que me pasan, de ser la razón por la cual un hombre no puede querer como antes, de que sea el culpable directo de mi inestabilidad emocional. He aprendido a llevar los problemas míos, los de mis hermanas y los de mi madre hacia el precipicio del olvido y he podido pescar soluciones salomónicas para el bienestar de la familia. Sigo siendo el mismo loco de siempre, solo que ahora soy más ordenado.

Me he quedado con lo que aprendí de él. He guardado los mejores momentos a su lado porque me parece justo conservarlos y no dedicar mis fuerzas a odiarlo por completo. El odio no hace mas que carcomer el alma con días terribles en donde solo puede estar uno, no hay cabida para nadie más. El odio y tú, solo ambos. Vivir así es vivir una vida desgraciada y maldita, opción que he descartado totalmente. Prefiero evocar con nostalgia pacífica nuestros viajes, nuestras conversaciones y nuestras bromas, aquellos seudónimos que nos poníamos con gracia el uno al otro en aquellos días que hubiera querido no acabasen.

Mi padre es un zorro de arriba y de abajo, pero también de izquierda y derecha. Un hombre inteligente pero débil a los encantos femeniles, tal vez esa debilidad lo ha llevado a donde está en la actualidad, lejos de su familia, de su madre y de su gente. Un hombre no es exitoso cuando elimina sus debilidades, lo es cuando aprende a desarrollar con estabilidad sus fortalezas. Junto a él aprendí a ser paciente, a ser directo y no hacerme malos rollos con asuntos sin sentido, a ser cínico en su debido momento y a aguantar los golpes aun cuando vengan de lado menos esperado. Los zorros matan por emoción y se alimentan de cualquier unidad para sobrevivir, entierran su comida para cuando tengan hambre y se adaptan a diferentes tipos de clima. Eso también aprendí de mi padre-zorro.

Durante estos meses me había costado hacerlo, pero al final he llegado a aprender lo que es perdonarlo y quererlo. Sé que algún día volveré a ver a mi padre, quizá en unos años o en unos meses, y hasta ahora no sé qué podría decirle. ¿Hola, cómo estás?, ¿Te extrañé?, ¿Qué ha sido de tu vida? Sigo pensando en ese saludo. No obstante, de algo estoy completamente seguro, que después de haber platicado y habernos actualizado en la línea del tiempo lo abrazaré fuerte y le diré al oído: “Nunca voy a querer a ningún hombre como te quiero a ti papá.”

Dane hace poco me invitó a un evento social en un CETPRO (Centro de Educación Técnico Productiva) en Jesús María al cual asistí con agrado. No tenía ni la más mínima idea de lo que era aquella residencia hasta que salí haciendo gestos de reverencia y agradecimiento por la amabilidad y la agradable experiencia. Estuve más de dos horas actuando un buen comportamiento, es decir, sentado en un rincón del auditorio principal leyendo revistas de Catecismo y Eucaristía mientras veía pasar monjas y niños. Casi inmóvil y en silencio.

Estaba completamente aburrido y con un hambre colosal. Le confesé a Dane mis deseos de irme junto con ella por el desayuno que nos hacía falta a ambos, ella me respondió que tenía que tener paciencia, que dentro de un momento iba a terminar y nos íbamos a ir. Paciencia es lo que me falta, creo que desde niño lo he sabido. No pude quedarme más tiempo sentado y empecé a recorrer las instalaciones del centro. Vino a mi mente la imagen de mamá cuando tenía 8 o 9 años y me llevaba a las reuniones con sus amigas de la iglesia.

Antes de entrar a la casa de Doña Sara me apretaba las mejillas con una ternura rara y me decía: “Pórtate bien Richi, no toques nada y estate calladito”. Naturalmente hacía todo lo contrario. Yo veía a mamá desde lejos apuntarme con el dedo, escondiendo su rostro gruñón con su taza con manzanilla. La verdad es que no soportaba ver esas series que las niñas de la casa veían, me aburría oírlas comentar sobre la novela mexicana de las 3:00 p.m. o que una de sus muñecas se quedó sin una prenda. Yo quería alcanzar esos libros coloridos que el esposo de Doña Sara guardaba en su repisa, pues imaginaba eran comics, y en el intento por alcanzarlos rompía algunos objetos de porcelana con dibujos de ángeles y bebes. Doña María casi siempre se despedía con una deuda en la cartera y con un hijo que se iba a ganar algo más que un jalón de orejas en casa.

Habían pasado dos horas y seguía en aquel lugar, con el hambre de hace una hora y con Dane repitiéndome que ya nos íbamos a ir. Exactamente en el momento en que mi tranquilidad se apagaba, en el que mi cuerpo perdía la serenidad y mis ganas de bailar en medio del auditorio con la música que las organizadoras habían puesto se incrementaban, en ese instante en que susurré bajito: “Jugaré esa tómbola y hasta que no gane lo que me guste no pararé”, en ese breve lapso en que se me pasó por la cabeza invitarle a la Madre Superiora unas cervezas para celebrar el evento, Dane se me acerca, me toma las manos y me dice: “No estarás pensando en pórtate mal ¿no?”.



Tengo un problema: no tengo tiempo para escribir como quisiera hacerlo. Extraño el blog y a mis lectores, quizá a los pocos que aún siguen pasando por aquí desde su creación, sin embargo, hasta hoy nunca se me ha pasado por la cabeza abandonar el blog, tirar la toalla, dejar de publicar. Jamás.

Sucede todo lo contrario, en esos minutos que le robo a la rutina universitaria y laboral, mi libreta hace su aparición e inicio la terapia pensando en este espacio. Terapia explicada en la primera parte de esta publicación (Maldiciones cortas).

El invierno y los grisáceo que se pone Lima por estos días es de gran ayuda para escribir, por eso mismo, he vuelto a recolectar los breves escritos en mi borrador que gracias a La Gris han surgido. Es así que se ha edificado una muralla con los precarios párrafos nacidos de una mente alterada.

Ni siquiera sé por dónde empezar

- Ahora todo es complicado y sencillamente no puedo decir: el principio de todo fue aquel día, porque es probable que no haya habido un principio, pero estoy seguro que hubo un final.
- ¿Cómo resumirías tu estado?
- Llevo meses de vagabundo. Libertino. Quizá extraviado en mis propios hemisferios. He perdido las ganas de escribir y me he evocado solo a escuchar a The Smiths. Han pasado tantas cosas, prometo en cuanto pueda, lo más probable en unos meses, contarte más. Hasta entonces.

Qosqo y ella

La pistas y veredas me estresan
no quiero más luces y semáforos
estoy cansado del metro y los edificios
vamos a Qosqo, Alejandrina
vamos a dar una vuelta por Ccorca
Poroy
Wanchaq y
San Jerónimo.

Voy a robarte un beso
mientras te pones chaposita
nos amaremos al ocultarse la luna.

Niña linda, vamos a bailar
agitaremos los brazos con el viento
abrázame fuertecito, Alejandrina
celebremos este sentimiento
p'unchay, p'unchay, que hermoso p'unchay.

Alejandrina que chaposita despertaste
tus sentidos contrastan con los montes
verdecitos todos, felices hasta el pico

Ay mi ñust'a, que bonita estás
a Lima ya no quiero regresar
me quiero quedar en Qosqo
contigo y nuestra paz.

“Los tipos como tú deberían morir”

- ¡Eres un perro y los tipos como tú se quedan solos, viven solos y mueren solos!

Dana lloraba mientras gritaba de impotencia, de coraje, de bronca. Se había vinculado con el tipo equivocado, con el chico que no podía ser mencionado entre sus amigas cercanas, el hombre que representaba a la imperfección, el escritor amoral que robó su moralidad con besos libertinos.

- Ambos debemos morir, yo por querer liberarte y tú por tiranizarme.

Silver Linings Playbook

La talentosa Jennifer Lawrence en la comedia romántica Silver Linings Playbook de David O. Russell protagoniza el papel de una viuda ‘loca’, Tiffany, que acababa de perder su empleo por razones pecaminosas. Hay un fragmento de la película en el que Tiffany increpa a Pat, interpretado por Bradley Cooper, por haberla juzgado sin conocerla y por la vida que llevaba Pat luego de la separación con su esposa. Tiffany se exalta y grita:

"Tienes miedo de estar vivo, tienes miedo de vivir, eres un hipócrita, eres un conformista, eres un mentiroso. Me abrí contigo y me juzgaste, eres un idiota."

Hace poco oí palabras parecidas desde los labios de Valentina y las cuales me dejaron en un estado de vagancia mental increíble. Valentina había acertado y eso era lo peor de la noche. En el bus de regreso a casa repase sus palabras. ¿Miedo a estar vivo?, carajo, mejor no respondo. ¿Miedo a vivir?, a veces, no siempre, quizá. ¿Hipócrita?, creo que se excedió. ¿Conformista?, nunca. ¿Mentiroso?, pienso que me conoce demasiado. ¿La juzgué?, si, y tiene razón, soy un idiota.

Duda

Por esta parte de la ciudad
al parecer nada ha cambiado,
sigo bailando pésimo
aun no aprendo a jugar ajedrez
bebo menos café
y estoy a punto de graduarme.

Sigo escribiendo como siempre,
voy a terapia los viernes,
lo sábados juego fútbol,
y los miércoles voy a caminar.

Me contaron de ti,
fue hace poco,
que sigues yendo al gimnasio,
mintiendo en el confesionario,
faltas a veces a la facultad y
que te has comprado una cámara.

No voy a hacer demorar
tan solo quiero contarte:
es que ayer encontré
a alguien como tú
y me hice una pregunta.

¿Tú también piensas en mí?

Diana odia los boleros

Diana, mi compañera de trabajo hace semanas me confesó que odia los boleros, que detesta llegar a la oficina y oírlos porque yo los pongo. Le digo, en mi defensa, que me hacen recordar épocas maravillosas de mi adolescencia. Por ejemplo, los domingos que visitaba a mi abuelo en su casa en Chosica. Eran domingos fantásticos, de buena música, buena comida, abundante cerveza y risas.

Antes de que anocheciera, mi abuelo sacaba su colección espléndida de boleros y se sentaba a mi lado a oírlas. Sonaban Lucho Barrios, Los Panchos, Julio Jaramillo, Pedro Otiniano, Iván Cruz y Segundo Rosero. Bebíamos, nos contábamos historias, reíamos y volvíamos a beber hasta la hora de volver a casa. Diana me dice que todos los boleros les parece iguales. Ella quiere salsa, rock, música electrónica y otros géneros. Yo solo quiero recordar aquellos años, recordar a mi abuelo y su casa grande, los atardeceres y las historias, y sonreír por un momento.

A Basdala

Poema escrito por Roberto Ávila en su poemario S.O.R.E.M (2013) para el autor de este blog. Digno de compartir.

Te recuerdo prematuro de cenizas,
lúcido de manuscritos delirantes,
animal tierno de este monte,
un higo verde en el huerto frondoso.

Te parió el coloquio de las amarguras blandas,
reposaste en el regazo de la duda,
con el sueño negro de dos aguaceros,
escondido en la caverna antigua de la crisis.

Basdala, si la soledad te ha acompañado
con la triple imagen de Atenea,
no andes rogándoles a la aurora
que le de piedad a tu insolencia canina.

La silla acrílica te sostiene en el olvido
cuando le gritas sonoro a la zozobra,
y te manchas de sombras con mi luna
acariciando la tinta frágil de tu pluma.

Basdala, amigo de la rima mía
y del soneto armónico de mis alegrías,
ven y camina más conmigo en el alba fría,
para crear fuego y renacer de sus cenizas.

¿En qué momento se jodió todo?

¿En qué momento dejé de preguntarme porque hago lo que hago? ¿En qué instancia de la vida empecé a comportarme diferente? ¿En qué tiempo me propuse invitar chicas a mi departamento y luego de follar olvidarme de sus caras? ¿En qué minuto dejó de afectarme si es que no las vuelvo a ver? Incluso, no me afectaría si es que las veo llorar. En lo mínimo. ¿En qué lapso nació un odio a las formalidades y creció la pasión por lo clandestino? ¿En qué momento empezaron a preparar el café de una manera diferente en mi cafetería de siempre? Por eso ahora prefiero hacer café en casa. ¿En qué período de estos años empecé a caminar sin preocuparme en algún destino? ¿En qué momento dejé de extrañar a Belu, a Rocío, a Valentina, a Angeli, a Nadia, a Dane, e invitarles un vino y conversar horas?

¿En qué momento olvidé que tan solo necesito amar y que amen?

¡Goza mi morena!

Domingo veraniego en donde Carmen, la morena que me cuidaba de pequeño, viene de visita a casa. Carmen es una morena quimbosa, de sabor peruano original y sonriente las 24 horas del día. Sus platos hogareños me marcaron el camino a ser un “todo terreno”. Carmen es aliancista desde antes que naciera y es apasionada en todo lo que hace. Recuerdo que bailaba junto a sus ollas, yo la miraba desde el sillón, cadera de aquí para allá, ¡epa!, exclamaba, aplaudía, era una fiesta deliciosa.

Un día le jalé el mandil, le dije: Seño’ Carmen también quiero bailar. Me tomó de las manos y cual marioneta me electrocutó el cuerpo con su baile criollo, y también caderas de aquí para allá empecé a aplaudir, a gozar, a moverme como ella, sentí desfogue, felicidad, mi Perú era ella, la victoriana de todos. Carmen, mi morena quimbosa, sigue con esa sazón de siempre en los pies y en sus platillos. ¡Ay morena quimbosa, esta tarde no te escapas, vamos a gozar otra vez juntos! –le digo mientras me le acerco bailando. Ella sonríe como antes, como aquellos días en que me electrocutaba con su arte.

Ella, otra vez ella

La soledad
otra vez
muy puntual
como siempre
acercándose al balcón
prendiéndome el cigarrillo
azucarando mi café
arrebatándome el alma
con música suave
con vientos del sur

Le cedo un espacio
guardo silencio
me fulmina, me acaricia
no es su fuerte
hablar de amor
me seca los mofletes
me brinda aire
respiramos ese lapso
un breve momento
para dos.

Un poquito de pinga ¿sí?

Sara es una de las mejores del aula en la carrera de Arquitectura. Primera en la mayoría de las materias. Uno la ve pasar por la acera y no se atreve a acercarse para pedir el número de celular. No se inmuta si le mandan un piropo o le susurran una oda. Es una mujer analógica, como las que se extinguen por estos días. Tuve el arranque de hablarle en la cafetería de la facultad y al parecer mi apariencia de falso nerd ayudó.

- Me pasas el azúcar, por favor -solicitó ella.
- No, me falta endulzar –respondí.
- Pero si ni cucharita tienes.
- Préstame la tuya y podré endulzar entonces.
- No creo.
- ¿Por qué?
- Porque la he usado.
- ¿Y si la limpio?
- No, porque tiene mis bacterias.
- Pensé que las santas están libre de todo mal.
- ¿Santas? ¿Yo santa? (Sonrió sarcásticamente)
- Esa imagen das.
- Aprende a diferenciar entre santas cabales y entre libertinas reservadas.
- ¿Eres una loca perfil bajo entonces?
- Quizá.
- No me gusta esa respuesta.
- No me gusta que me nieguen el dulce.
- No me gustan las mujeres que guardan las apariencias. No hay nada mejor que mostrarse como uno es.
- Tal vez es un chaleco anti-pendejitos alucinados.
- Yo no soy uno, pero me agradaría quitarte ese chaleco. Los chalecos anti-cualquier cosa siempre pesan.
- Tengo mucha fuerza, además el peso es bueno, a veces.
- No es bueno para querer, para amar o para follar.
- Me lo quitaría si la razón fuera la última.
- En mi departamento tengo muchos ganchos que soportarían tu chaleco.
- ¿Tienes azúcar en tu departamento?
- Tengo marihuana y la próxima clase sin profesor.
- Te presto mi cucharita entonces.

Martín Roldán

-El otro día leí algo más o menos así: 'Si un escritor se enamora de ti, vivirás para siempre'.
-¿Es cierto eso?
-Realmente no lo es
-Otros dicen que sí
-¿Quiénes?
-¿Otros escritores?
-Eso es un floro que usan para computar chicas
-Me lo imaginaba
-Realmente el que vive para siempre es el personaje, no la persona quien la inspiró, ¡y eso!, si es que el libro sobrevive al tiempo y a la crítica.
-Debe ser bonito inspirar una historia, un personaje de novela
-Sí, de hecho que lo es, pero eso a las chicas de ahora no les interesa
-¿Por qué dices eso?
-Lo digo por experiencia
-A mí sí me interesa
-Pensé que tus intereses iban por otro lado
-Es verdad, pero en el fondo a las mujeres también nos gusta saber que inspiramos algo
-Siempre y cuando se fijen en alguien con la sensibilidad suficiente para descubrirlo.
-Si pues
-Y eso no es habitual en las mujeres
-Espero algún día inspirar algo bonito, y quizás vivir para siempre
-Ya lo estás haciendo
-¿Cómo?
-Este momento, este instante en la distancia entre tú y yo. Este ahora es la eternidad
-¿Y lo vas a escribir?
-Algún día, posiblemente algún día

Extracto de la publicación ‘Diálogos postconcierto de The Cure’ del blog ‘Generación Cochebomba’.

El cuerpo huele a sangre

Ricardo balbucea algunas palabras desde su cama, la fiebre lo está atormentando varios días y en la facultad ya es preocupante su ausencia. Toma su lapicero con poca tinta y me informa del caos en el que vive. Escribiendo, así sobrevive a su enfermedad. Lo hace espléndidamente a pesar de su estado y es algo que aprecio mucho. Me estruja.

- ¿Por qué extrañas tanto a Nadia?, le pregunto.
- Nadia me hacía sentirme un desdichado, un hombre enredado en un torbellino de soledad, quizá por eso me hace tanta falta.
- Eso no es muy alentador.
- Yo lo utilizaba para mi vicio.
- ¿Vicio?
- Escribir.

Nadia, la chica de la voz perfecta ha escapado dejando a mi amigo moribundo. Le he prometido a mi camarada buscarla y darle la mala noticia: has matado a Ricardo.

¡Arriba, siempre arriba!

Su especialidad no era poner las cartas sobre la mesa, pero si las nalgas. Era la dueña de los escritorios y de los pupitres. Poseía un poder indiscutible para conducirme a su sexo. Era cocaína. La adicción de un tipo que escribía desnudo de su silueta a las 3:18 a.m. Vicio con efectos delirantes.

Los fluidos de sus poros eran almíbar. Su cuerpo era el mejor afrodisíaco. El arcoíris se dibujaba desde su matriz. Bebíamos de cabeza y nos domesticábamos con coraje. Su ninfomanía era alerta roja en mi tacto. Éxtasis de lujuria absurdo de no inhalar. Si algún día la vuelven a ver, decirle que me busque en el manicomio después de las 3:00 a.m.

No me voy

Prometo ser más disciplinado
conmigo mismo
con los que pasan
de vez en cuando
pero pasan
con los de siempre.

No me voy
a pesar de los vicios
no me alejo del camino
me quedo un tiempo más
por el inicio
y también por el final

Mi hogar me ha dado alas
un lugar donde jugar
idealizar y elevarme
hoy no se aterriza
olvídate de las despedidas
no me voy

Un respiro y seguimos
por las historias
por la prosa hermosa
por los cuentitos
por ellas tres
no hay marcha atrás

Salud por este tiempo
por la soledad
y la compañía
por la larga estancia
este es mi cobijo
no me voy.