He tenido esos sueños. Volvía a ti y dejaba de escribir para ponerme a escuchar canciones antiguas en tu viejo tocadiscos al pie de tu cama. No tengo que volver a dormir. Te he visto muy clara. Convencido de que no cierras aún la puerta, te envié un mensaje. "Me robaron las tarjetas, ¿puedo pasarte dinero a tu cuenta para que me lo entregues?" Te solidarizaste pero en tu voz noté que sigues creyendo que lo nuestro es un laberinto adictivo al cual le faltan las salidas.

¿Por qué te llamé esa tarde? ¿Por qué estabas tan elegante y mis ojos me delataron? Sumé capital a tu egocentrismo. Te compré el ticket de ida y vuelta a la Luna. Me miraste con esos ojos de ninfa malévola y te abrí la puerta, otra vez. Iniciamos una conversación común y corriente. Las típicas preguntas que haces luego de no ver a una persona en mucho tiempo.

Empezaste a mover las manos. Porque siempre que hablas mueves las manos. Empezaste a agitarlas de un lado a otro y las leyes de aerodinámica dejaron de existir para mí. Después de pensarlo bien, caigo en la cuenta, que es difícil escribir de ti y no pensar en tus manos. Te veo acercarte a mí. Un vestido lleno de girasoles envuelve a mi droga favorita.

No hace falta decirlo, estamos complacidos de estar juntos otra vez. Ubicados en la parte trasera de tu auto pienso por un momento en huir. Todavía tengo tiempo. ¿Lo tengo cierto? ¡Rayos! ¿Dónde quedó aquello que nos diferencia? ¿Lo que no soportamos uno del otro? Lo necesito para abrir esta puerta. No aparecen y empiezo a dudar si es que en algún momento existieron o solo fueron proyecciones de nuestro egocentrismo.

Es inútil. Sigo amagando tu mirada con la voz de Jevetta Steele de fondo. "Todo está bien Dan, ya pasó, no hablemos del tema". En ese instante, me siento Nick Dunne de Gone Girl, precisamente en la escena inicial de la película, preguntándome mientras te acercas: "¿Qué estás pensando?¿Cómo te sientes?¿Qué nos hemos hecho el uno al otro?" Nos reímos cómplices. Nos brillan los ojos de felicidad. Tenemos motivos.

- ¡Volví!
- Quién lo diría

Descifrarte siempre fue una tarea ardua. ¿O descifrarme? Recuerdo tus frases: "Tu cerebro funciona como el de un comediante deprimido en una historieta antigua"; "Mi vida es una canción de The Who"; "Lo peor de la vida es entender las cosas mucho tiempo después de que hayan sucedido"; "Voy a hacer algo que cambiará tu vida para siempre: pediré pollo a la brasa" o la típica: "Creo en ti, a quien no creo es al tipo de tu espejo".

Hablamos tanto esa noche. Del diplomado que estás a punto de terminar, de tu nuevo auto y de Chompiras, tu schnauzer travieso; te conté de la carrera, mi nuevo departamento y el poemario que aún no termino. Nos veneramos con las miradas. Sonaban nuestras canciones favoritas y las sonrisas estaban desparramadas. 'In the Morning' de The Coral hace su aparición. Mueves el pie y la cabeza de un lado a otro. Que linda estás, pienso, pero no lo digo.

Nunca lo dije. Los errores que incluyen el silencio son errores que pagas caro. Aparece la bronca con uno mismo. No pude decirte todas las palabras que imaginé decirte cuando te volviera a ver. Y ayer quise contarte tantas cosas más. Que aún no aprendo a bailar. Que sigo comiendo panetón todos los meses y que ver películas sin ti es totalmente aburrido. Que pronto voy a publicar un poemario dedicado a ti y espero que estés ahí para entregarte una copia. Que extraño tu voz por las mañanas, tus vestidos, tus peinados y chistes random. Que la señora María me sigue preguntando por ti y cada vez me cree menos cuando le digo que estás de viaje. Que la próxima semana voy a declamar en San Juan y me gustaría que fueras a verme. Que me voy a mudar a un lugar más cerca al mar porque me gusta ver el amanecer junto a la neblina. Que no estoy hecho para la nostalgia. Que, a pesar de todo, me va bien. Que me gustaría que luego de tantas idas y vueltas nos sentemos a tomar esas cervezas que nos debemos desde que nos conocimos. Que a fin de año me voy de Lima y regreso cuando acabe el verano; que necesito una ciudad menos ardiente que esta. Que no ha habido semana en la cual no he recordado la posición de tus brazos al fumar.

Lo más importante, Carolina, quise contarte que te he extrañado desde la última vez que te vi y que, estoy seguro, estoy desperdiciando este tiempo sin ti.