Walkover

Las rutinas, la odias. Detestas el ketchup. Te gusta el arroz con poca sal y no cambiarías por nada tus vinilos así como tus dietas para el verano. Cantas en la ducha y callas en los ascensores con mucha gente. Siempre mintiendo sobre tu edad. El tatuaje de tu tobillo, lo odias también. Por ti y te lo sacarías. No pueden faltar las flores en tu habitación. Un té siempre antes de dormir. El noticiero de la mañana siempre con café. ¿Aún ocultando esa cicatriz en la rodilla? No se nota. Te lo dije muchas veces. ¿Para beber? Tu infaltable rosé con tequeños picantes. 80s siempre; viajes, por todo el mundo; escribir, en todas partes.

Y no, lo peor no es saber quienes son tus 10 actores favoritos, lo peor de conocerte tanto es saber que tu orgullo ganará esta partida y no darás vuelta atrás.

Don y Doña Contreras

El tiempo pasa. La espera se ensancha y no cabe más en el desayuno. Como diría Gus: "Más que un pregunta, una respuesta, ¿qué otra cosa puedo hacer". La lista de bares en el refrigerador te mira con una sonrisa y descubres lo disponible que estás para los brindis. La consigna es no ver su cara en mi vaso de cerveza. Realmente es no verla en ninguna parte de esta ciudad. Ni en los paraderos, ni en ningún medio de transporte. Por ahí leí que cuando más evitas algo tiendes a causar el efecto contrario, atraerlo a ti.

Dando un ejemplo de una brillante terquedad los polos opuestos, los enemigos públicos y amantes bélicos se ponen a cenar, a hablar de Ringo y la muerte de Robert Johnson, a debatir sobre política y terminar imaginando un utópico futuro apocalíptico.

A Eyvi

Nosotros tampoco lo entendemos, Eyvi. Y nos llenamos de preguntas, pero ya te has ido. Apretamos puños y susurramos posibles castigos para el culpable, sin embargo, seguimos sin hacer nada. Y fervientemente nos localizamos en un “Me enfada”, pero seguimos quietos mientras más sonrisas se encienden en llamas. Las llamas de gobernantes y representantes preocupados en arreglos florales y sacar su pedazo del pastel.

No, no lo entendemos Eyvi. Quizá nunca lo entendamos, y tal vez, reaccionemos cuando sea demasiado tarde. Cuando estén todas convertidos en cenizas.

¿Está haciendo frío por allá?

Mi rutina cambió. Ahora bebo más café y fumo menos. A veces paso por donde te estacionabas tu auto y me pone triste pensar que nunca más lo veré ahí. Que nunca más volveré a abrazarte y a comer los ricos almuerzos que preparabas. Extraño mirar tus ojos marrones y sentir que tengo esperanza. Que a pesar de ser como soy, puedo sobrevivir. Porque mi vida es entera supervivencia.

Moqueo un poco. No hay nadie en la calle. Mi balcón me relaja y es en estas noche que quisiera irme por un rato a Misuri, esperarte afuera de tu universidad con mi bici y no volver a Lima nunca más. Porque esa sensación de desaparecer contigo la querré siempre, cada momento que venga a mi cabeza tu nombre.