Ricardo, un sábado de abril rebuscando entre sus mensajes enviados halló un archivo adjunto con remitente a Nadia, la mujer originadora de tormentas en verano, aquella a la cual siempre admiro con la boca cerrada, cerrada por ella. 

Recuerdo el día en que apretó 'Enviar' y el mensaje partió. Fue un viernes, antes de la medianoche, Ricardo me llamó emocionado, yo andaba entre dos luces y vibró:

- ¿Qué quieres Richi?
- Se lo envié, Davo, se lo envié -gritaba emocionado- ¿crees que responderá?
- No lo sé, ponte a cantar mientras lo hace
- No seas payaso, ¿y si te lo leo?
- ¿Para qué? -respondí malhumorado- debe estar bien
- No, tengo dudas, te la leo, si te gusta me lo dices, si no me mandas rodar
- Carajo, ya, apura

Tiritando, leyó:
Buen día, Nadia. 
Empecé a escribir esta carta antes de las dos noches en que hablamos, no pensé que iban a llegar esas horas (tenia recelo) y cuando llegaron, esta carta, fue tristemente transformada, porque todo lo escrito se resumió a: volvamos a empezar; y así es como vuelvo a empezar esta carta, con dos días y dos noches en los bolsillos y tus límites delante mío. 
Es tan diferente todo, ahora lo sé, yo lo hice diferente o quizá tu o posiblemente los dos, el caso es este, estas líneas, tu en mi lámpara y en mi lapicero, tú y solo tú. Este momento es dulce y enternecedor, son las 3:00 a.m. de un viernes y el silencio ayuda. Hora precisa para empezar, y así empiezo estos párrafos, cada párrafo en un lapso distinto pero con el sentimiento fiel y constante. 
Cuando leas esto ya habrá terminado todo, estarás disfrutando de las vacaciones en casa, quizá tomarás una ducha, dormirás y te relajarás por unas horas, claro, contenta por lo logrado el finado ciclo, eso está dentro de ti. Lo primero que quiero que sepas es que esta carta no tiene un fin o un propósito, es simplemente parte de lo que no dije o si lo dije pero no de la manera adecuada, posiblemente porque los nervios y el miedo se pusieron en contra. A esta hora no hay máscaras, ni las habrá ya, este es Ricardo en el vértigo de la realidad, directo y sin tapujos, sincero a carta cabal, sin desconfianza a expresarse. 
Espero, Nadia, que al leerme, sin verme me veas y sin sentirme me sientas, porque en esos pocos minutos que ahora destinas para leerme, seguramente esa parte tuya y esa parte mía que aún siguen conectadas, despierta y seguramente sonríes. Así como también algún día recordando eso vivido, ya sonreirás menos al notar que ese pasado se terminó volviendo eso mismo: parte del pasado, el tuyo y el mío. 
Ahora bien, querida Nadia sepa que el tiempo y esa poca o mucha experiencia que pude acumular a lo largo de mi vida, me enseño que el amor no abandona, que es uno quien lo abandona, y esto sucede en ocasiones ante la desesperanza que producen las decepciones. Pero, bastaría con entender que el amor como sustantivo es uno y otros son los cuerpos y mentes que creen sentirlo. 
Es por eso que puedo decir y detallar lo siguiente: que pasadas las semanas que pasaron desde los días de verano (esos mismo que estás pensando, ojalá), no hay muestras de abandono al amor que se siento por usted, no hay deseos de aferrarse obsesionadamente tampoco, pues sé que todo se reduce a dos letras, pero eso no interesa, ahora, es un pellizco suave a mi aurícula. Algo que, lastimeramente, me hace sonreír. 
Quisiera poder explayarme en estas líneas pero me embarga un deseo de tener tu figura al lado de mi lámpara, dejar el teclado a un lado y que mis palabras sean las que resuman las tantas cartas que nunca conocieron tus ojos, sin embargo, sé que frente a ti me convierto en un hombre débil, poco firme, tartamudo y medroso (algo que quiero solucionar; trabajo en eso) y es por eso que, quizá, no me puedas entender (aunque a veces pienso que tú eres la que no quiere entenderme). Podría decir que tal vez esta es mi terapia para solucionar ese detalle, para intentar al menos dejarme entender y que puedas confiar, esta es mi terapia con un claro y objetivo mensaje: mis dedos escriben verdades, aquello, mi amor, verdades que siempre dijeron mis labios y no quisiste creer. 
Aunque confieso, querida Nadia, que ahora ya no sé si es una terapia para quererte más o si para olvidarte, para alejarme o alejarte, para olvidar las razones que no me permiten colocarme en tu vida, para olvidar tu voz, tu aire, tu mirada (la extraño en este preciso momento), tus eufonías, tus cosas, tu yo, tus ángulos y perfiles, tus verdades y tus mentiras, o quizá para recordar lo mucho que desee que me rodearas con tus brazos cuando te lo pedí, lo mucho que quise que esas dos tardes en que tomaste mi mano se repitan hasta hoy, lo tanto que desee que de tus labios dijeran un “te quiero”, que de esos mismos surja un beso, un mimo tímido o un suspiro extendido.


No sabes lo mucho que escribí en voz bajita mientras caminaba mirando el océano, pensando en lo que no fue pero existió, en lo que no se iluminó pero tuvo una chispa, una chispa única que ahora está llena de sombras y matices tenebrosas, una pequeña señal que ahora la guardo como un leve recuerdo de los momentos que compartimos. Sé que ese remolino de olvidarte y recordarte, al final, queda remarcado por un recuerdo arrimando al olvido, porque hasta esta noche, no he podido sacar un recuerdo tuyo y remplazarlo por tu olvido. Soy un hombre que te halla en todas partes. 
Prometí acoplarme al silencio pero ves como no fue así, es una demostración que el amor y el silencio nunca conjugarán, aun cuando este amor es enérgico y posee un coraje ideal. Es posible que ya no vuelva a tener el valor para pararme frente a ti y pedir una oportunidad más, posiblemente es el miedo al fracaso o la afinidad al vértigo, dos elementos que dadivosamente tú me has dado de beber de tus manos, indirectamente, pero lo has hecho.


El asunto no es una novela, ni una historia, ni un libro, Nadia, el asunto es lo que se siente, lo que se vive, lo palpable, lo que se respira, no lo que se gana estando con una persona, porque así exista un beneficio material o físico es pasajero y sin emociones, es monótono y banal, y vivir una vida así es absurdo; la verdadera ruta de este sentimiento nunca fue crear una novela, un libro o una historia, fue que ese sentimiento permita hacer un mejor hombre y una mejor mujer, que desde las palabras: volver a empezar, surja la concisa y perenne consigna del amor. 
Para finalizar, Nadia infinita, pienso que es vital recalcar que tanto en el caso de las presentes líneas como en las matemáticas: "el orden de los factores no altera el producto" y que el orden de los temas tocados no indica necesariamente importancia y solo es que fueron transcritos tal y como los susurre en las tantas caminatas solitarias, en la orilla de alguna vereda gris, en el transitar de la universidad al paradero, de mi casa hacia el trabajo o en algún lugar de La Gris hacia ti. 
En suma, decir que todo esto se da, aún a pesar de ti y tu universo imposible, es una manera de exaltar mi amor unilateral e independiente como lo soy yo mismo, y no necesita de terceros para crecer, para vivir o parar morir. Pienso al final de estas líneas que he hecho el intento por traspasar lo poco que no dije o que si oíste pero no se adecuó a tu músculo palpitante.


Tengo el anhelo profundo de volver a escribirte pero sé que el bote sigue siendo remado por uno solo y que ya tú te has bajado. ¿Tiene sentido seguir remando? ¿A dónde me dirijo si es contigo con quien quiero viajar? ¿Me tiraré del bote y te buscaré entre algas y tiburones? Quizá esas respuestas sean inciertas, pero lo que si es cierto y real son las líneas que acabas de leer, esto es verdad, de verdad. 
Te extrañé, hoy, en la tarde y ahora mismo.

Te quiero, hoy, durante el día, ahora mismo.
Cuando terminó solo atiné a decirle que lo iba a llamar luego, que me estaba entrando una llamada y que tenía que responder, mentí, realmente quería disimular el llanto que me había producido su escrito. El cuadro era realmente ridículo, un hombre llorando y apretando los puños al pie de un teléfono como si la carta estuviera dirigida a él, pero lloraba por algo peor, porque la remitente ni siquiera iba a tener la cortesía de abrir el mensaje, ni si quiera iba a leer las primeras líneas, por el contrario, lo iba a enviar directo a un buzón miserable junto a otros mensajes no deseados y de publicidad engañosa, eso me pareció soez.

Concluí: lloraba de coraje por aquella idea de evasión a tan bella verdad.

A Ango

Cuando la vi tuve en mi la sensación de lo llamado miedo preventivo, pero, ¿qué es el miedo preventivo? Un ejemplo: cuando tenía 3 años de edad un perro llamado Tarzán me mordió el tobillo izquierdo, al instante tuve dos emociones fuertes: miedo e ira, comprendí después que desde ese día nació en mí una respuesta a ese tipo de estímulos. Ese miedo depositado motivó que hasta los 15 años de edad cruzara la calle o camine alrededor de un perro sin quitarle la mirada del hocico, ese era un miedo preventivo.

Ella pasó, la vi, giré una hoja y garabateé, supe al instante que tenía una especie de miedo preventivo a ese lado B de las sorpresas o casualidades, o del amor, quizá. No me acerqué a ella, no intenté iniciar una plática, es extraño escribirle una carta de varias líneas a una persona que no conoces pero que te mantuvo pensando el fin de semana, esa idea producía un conflicto entre mis hemisferios. De ella solo conocía lo que percibían mis ojos, solo sabía de esa sonrisa estupenda, de ese caminar pausado, de su cabello rebelde oscuro y de su mirada tímida. Cuando terminé el escrito, lo firmé y guardé, no planeé jamás que terminara en sus manos, supuse que tendría un fin junto a los plásticos y cartones.

Al otro día estaba sentado en una sala de la universidad esperando la llegada de un amigo, leía un diario y de pronto una voz me interrumpió la lectura:
- Disculpe joven, la señorita no tiene mesa, ¿podría poner una aquí para que pueda almorzar?
La señorita sin mesa era ella, a la que escribí algo bonito con letra horrible al reverso de una hoja que realmente era una pauta radial, y la cual se encontraba a menos de un metro de ella. Por un momento pensé en pararme y decirle: Buen provecho señorita, hasta luego, sin embargo, algo me mantuvo sentado y con los ojos unos segundos en el crucigrama y otros en ella. Recordé a Tarzán y al miedo
- Hola, es raro que tu nombre aparezca al final de esta hoja, ¿no?
La destinataria de aquel escrito estaba sorprendida y lo disimulaba sonriendo, en su cabeza debió pasar: ¿qué diablos con este tipo?, y en mi cabeza retumbaba Fito y su “Un vestido y un amor”. Sabía que iban a suceder dos acontecimientos que podrían marcar un antes o un después, o tal vez un: "Mucho gusto, buena suerte", pude haber recogido el cargador y los audífonos y salir a gritar, sin embargo, la seguí mirando, doblé la hoja y la escondí entre sus servilletas.

Mi silencio cavilaba: Carajo, ella, aquí, ¿cómo?, ¿dónde está el señor que puso la mesa para agradecerle?, ¿entenderá mi letra?, creo que empezaré a escribir en papel, ¿por qué nunca me compré un maldito Palmer?, su almuerzo me dio hambre.
- Léelo cuando me vaya, si no lo entendiste házmelo saber, por favor.
Recogí mi diario, el cargador, los audífonos y mi libreta, se quedaron Tarzán, el caminar hacia atrás y el miedo, se fueron con ella, en aquellas líneas y en aquel garabateo bonito. Hay instantes en los que evitar un suceso solo encapsula aquel momento para un futuro, cercano o lejano, y que quizá las coincidencias o casualidades de la vida consiguen diluir.

Mis labios tarareaban: “…yo no buscaba a nadie y te vi.”

Me he follado al mundo
hoy
antes de ir al trabajo
y ha sido sublime
me he follado a sus dogmas, códigos
restricciones, ismos
políticas, corrientes
lo absurdo y superficial
lo finito, lo lógico
las opiniones estúpidas
los discursos vacíos
y eyaculé libertad.

Me he follado al pasado, a tú pasado
a mi presente y a mi futuro
a las memorias, a los traumas, a las balas
a los días malos, a los días buenos
y he gritado desde un monte mi redención suprema.

Me he follado a tu madre, a tu ex novio
a tus amigas, a las siete mejores que tenías
y he escrito mi nombre en sus espaldas para que me recuerdes cuando se despidan
para que me odies al recordar que también te follé a ti, y así será.

Me he follado a la maleta en donde se llevó mi vida
la almohada donde sosegaba
el librero en donde dormía
la lámpara que la alumbraba
el escritorio en donde leía
el café que la despertaba
he visto su nuca desde el edificio y no he podido parar
la he follado hasta sangrar.

Me he follado a sus nombres y sus apellidos
me he follado a mis enemigos y también a algunos amigos
a mi jefa odiosa y más odiosa por sus gritos
a la tía que me reventaba los balones
a la empleada que se robaba el azúcar
a mi profesora de lengua y a su lengua
a esos que no me cobran medio pasaje en el bus
y los he visto al pie de mi alcoba, agitados.

Me he follado a la naturaleza, al sol, a la luna
al árbol que me da su sombra
a lima, a los feriados
a mi barrio cicatrizado, a las avenidas recorridas, a la ciclovía
a la comisaria donde conocí el pudor, el cuerpo y el éxtasis
al aire con sus pestilencias, a la tierra con sus infiernos
a la guitarra de la chica católica y a ella también
a su peluche y a su novio
y me fui antes que despertarán, me fui por el mundo.

Me he follado a mis palabras, a mis escritos
a mis poemas, a mis versos
a tu carta que ahora me hace falta, a tu pluma, bella pluma
a tus lágrimas en esa media vuelta, a tu pena, a tu pañuelo
a tu ventana vacía sin ti, a esa arena que me recibía por las tardes
a la silla de ruedas donde te hundes, a ese auto que se cruzó
a la soledad, a nuestra soledad
y he sentido placer pero ha sido pasajero, muy fugaz

Me he follado a las risas, a los llantos
a los barcos que te traen de vuelta y que me hacen feliz
estoy follando al mundo de felicidad
me he follado al olvido porque quiero recordar todo, siempre
me he follado a los sueños y he eyaculado inmortalidad
me he follado a la vida
al mundo
hoy
y sigo desnudo.














- Lindo canta esa morena, ¿no? –me dijo mientras se oía al fondo la voz de Tracy Chapman- tiene buenas canciones.

- Tracy es de canciones intensas y voz armoniosa.

- ¿Has oído ‘Fast car’?

- Es una de mis preferidas, siempre cambié la letra de esa canción.

- ¿A tu favor?

- Si, para mi debió ser algo así:
Tienes un coche muy rápido y yo quiero un viaje hacia cualquier lugar, quizás hagamos un trato tú y yo, quizás y podamos irnos juntos a algún sitio, cualquier lugar es bueno empezando de cero, sin nada que perder, quizás podamos hacer algo por el presente, yo realmente tengo ganas de salir de la ciudad.

Tienes un coche muy rápido y yo tengo planes para salir de aquí, he estado trabajando en un diario local y he estado ahorrando un poco de dinero, no tenemos que conducir muy lejos, tan sólo cruzar la frontera y entrar en la ciudad, los dos podríamos encontrar un nuevo trabajo y descubrir finalmente que significa vivir juntos.

Recuerdo cuando íbamos en tu coche veloz e íbamos tan rápido que me sentía como si estuviera en las nubes, las luces de la ciudad se iban quedando atrás y tu brazo sobre mis hombros me hacía sentir muy bien, sentía que formaba parte de algo, sentía que podría ser alguien en la vida.

Tienes un coche muy rápido y pasamos por todo esto para divertirnos mutuamente, tú sigues sin tener empleo y yo sigo en ese diario, sé que las cosas mejorarán, tú encontrarás trabajo y yo publicaré mi novela, cambiaremos de refugio, compraremos una gran casa y viviremos en las afueras.

Tienes un coche muy rápido y mi sueldo no alcanza para pagar todas las facturas, me sigo quedando hasta tarde en el bar y veo más el rostro de mis amigos que el tuyo, siempre pensé que todo iría mejor, que encontraríamos la manera de conseguir lo que nos prometimos, yo no tengo planes y no quiero estar sin ti, así que coge tu coche y continúa conduciendo.
Tienes un coche muy rápido pero, ¿es lo suficientemente rápido como para volar?, tenemos que tomar una decisión, escapar ésta noche o vivir así el resto de nuestros días. 
- Creo que me gusta más esa interpretación. ¿Lo quisieras?

- Si, quisiera solo irme lejos, al menos unos días, así sea caminando o en cualquier auto veloz.