Luciana, la roomie, estudia Lingüística y Literatura, ama las pizzas y no es fujimorista, creo que por eso nos llevamos bien. Hay bandos en el departamento pero no hay enemigos. Solo opiniones divididas. Puntos de vista diferentes. Opiniones en sentido contrario. Solo eso. No hay guerra. Pensamos que es perder el tiempo. Además al otro día nos veremos la cara mientras hacemos el desayuno. No durará mucho algún resentimiento.

A Luciana y a mí nos gusta caminar por todos lados. Tirarnos boca arriba en los parques. Secándonos como hojas de coca. Estimulando nuestro alcaloide interno. Recargándolo para el próximo año porque se vienen mejores días. Tenemos más que fe, voluntad. Concluimos que este año fue un año sobrio. No hubieron muchas noticias. Dejé el ciclo en el instituto por el cambio de trabajo y eso aunque no fue malo fue un golpe. Un golpe bueno. De esos que te hacen falta para darte cuenta que estabas haciendo mal algunas cosas.

Necesitaba un respiro largo. Organizar la biblioteca para empezar a leer de nuevo. En orden. A mi modo. Ha resultado bien a pesar de que me ha tomado tiempo. A pesar de mi irresponsabilidad me he dado tiempo para darme unas vueltas por acá. El año que viene pienso estar más seguido por aquí. Publicar los poemarios que he estado editando y espero que la novela que envié a España no gane para poder subirla gratuitamente por aquí. Es solo ansiedad por saber si ando en buen camino.

Se abrió la oportunidad de estudiar en el extranjero y pienso que es lo mejor para cerrar este año mesurado. De varios autos. Autoanálisis, autoevaluación, autoconocimiento, autoconfianza, autorespeto. Si pudiera ponerle una nota al tipo del espejo sería un 17. Un resultado óptimo a pesar de un inicio turbulento. Termino paseando por Barranco. En el malecón hay un árbol que resplandece. Brilla entre árboles viejos con ramas secas que lo golpean envidiosos. Parece una señal. Me pongo bíblico. Como la zarza en llamas frente a Moisés. Hasta me parece oír una voz paternal desde el centro: "El próximo año no la cagues."
6:45 p.m.

¿Ahora en qué piensas?
¿por dónde caminas?
¿en qué sueñas?
¿qué andas oyendo?

Uno extremos de la ciudad
en el fondo de los envases vacíos.
01:54 a.m.

En las avenidas
se reflejan
mis ojos caídos
y las huellas de tu tacto.

Aún me quedo un sorbo
por eso sigo caminando.
3:16 a.m.

Termina la procesión,
luces vigilantes
se unen al tambaleo,
a la ausencia de orgullo.

La calma solo existe
en mis labios.

Mi jefe tiene una amante. Se llama Rosita, o bueno, él la llama de cariño así. Rosita viene a almorzar dos veces a la semana por nuestra oficina. Escondidos en algún restaurante barranquino se aprietan por debajo de la mesa y juegan con su comida como dos tórtolos en primavera. Un día entré al restaurante en donde siempre almorzaban y los vi en puro afecto. Sus rostros de sorpresa fueron evidentes pero ella lo supo disimular mejor.

Rosita tendrá unos 40 años. Se ve muy joven. Mi jefe debe tener más de 45, sin duda alguna. Yo conozco a su esposa, a sus dos hijos e incluso estudié con uno de ellos. Rosita es mamá de una de las trabajadoras de la empresa, compañera del área. Hallé el punto de encuentro. El algún evento se habrán conocido. Rosita se divorció hace más de 14 años y todos los veranos se va al sur.

Mi jefe se ha acercado a hablar conmigo del "asunto". He optado por esperar que las cosas caigan por su peso. Me da flojera meterme en asuntos que no me incumben. Podría ir y decirle a mi amigo, su hijo, que su padre lleva dos años engañando a su madre; o a mi compañera del área, la hija, que su madre es amante del tipo que le firma las vacaciones. Si se van a sacar los ojos que yo no sea el cirujano.

Cumpleaños de la hija. Una pequeña reunión al terminar el día laboral. Todos beben y ríen por los 23 de la Community Manager. "¿Y tu mamá no viene?", le preguntan. Mi jefe está a unos metros y la pregunta lo hace mirar de reojo a la hija pero no gira. "Está con su novio, no creo que pueda pero vamos a cenar más tarde." Mi jefe y yo intercambios miradas recelosas, se retira a los servicios higiénicos y una sonrisa sarcástica aparece en mi rostro.

Pienso en Rosita, la imagino brindando con su novio y bronceándose en Asia. Pienso en mi jefe, iluso, creyendo exclusivo el cariño de Rosita, sin embargo, no tiene oportunidad a reclamar nada. Rosita le ha dado de su propio chocolate y no hay dramas. En esta ciudad muchas veces resulta más justo el ojo por ojo y mentira por mentira. Mi jefe regresa, se sirve un trago y camina hacia mí mientras pienso: ahora qué vas a decir, sigue chupando nomás.
Soy un experto en decepcionarte,
en hacerte pedazos,
en quemarte la cabeza cuando
solo quiero terminar una canción,
pero ya ves que no resulta,
que soy dos pies izquierdos
y por eso termino tropezando siempre.

Además lo que diga la gente me importa poco,
pero tú ya estás cansada de los torpes de tu vida
por eso termino sobrando.

Ahora, por ejemplo,
se quemó el almuerzo.

Nada sabe bien.
Se oye Losing My Religion de R.E.M en un cuarto azul de la avenida San Martín. Malditas fechas que te sacan conejos al cerebro. Quizá esos recuerdos de Facebook deberían estas prohibidos. Penados. Aparece un texto del pasado, una canción publicada o una foto de ese concierto y detestas a Zuckerberg, se revuelven las imágenes mentales y como estás tan loco se te da por abrir esa pregunta irracional: ¿Qué será de su vida?
Pensé que habíamos quedado en que muchísimo mejor sin ti.
Primer paso: la búsqueda. Hallas su perfil a pesar de que su privacidad está al máximo, justamente para eso, para alejarse de ex como tú. Segundo paso: stalkeo. Aún sigue amando los vestidos de colores y poniendo de portada escenas de películas antiguas con alguna cita interesante. No puedes ver más. No eres ni amigo.  Tercer paso: abres una botella de vino.

Sigue escribiendo en su blog y te pones a leer. Tu día empieza a caerse como en una escena de Inception. Te ves parado frente a ella, torpe y tonto. Qué bonitas fotografías y se cambió el look. Le queda bien. Se ha quitado ese tatuaje del brazo, el que te atormentaba. Se ha ido y no por ti. La cara de aún de niña a pesar de que es mayor que tú. Una vida saludable en todos sus aspectos definitivamente te mantiene joven.
Te quitaste tatuajes y yo me hice algunos. De los que tanto renegaba. Terminé viajando solo como dije que nunca haría. Renuncié a mi cabello y me dejé la barba. Me compré una bicicleta y dejé mi trabajo. Me independicé y casi incendio un distrito. Restauré mis brazos y piernas porque no opté por rendirme. Aún hay fuerzas. Aún hay corazón.
Cuarto paso: reproducir la lista de canciones prohibida mientras caminas. Mientras reflexionas. Porque la nostalgia no solo debe venir con bajones emocionales sino con algo más. Quinto paso: escribir. Todo no puede quedarse en solo un repaso de buenos y malos recuerdos. Tú mente no debe ser tan binaria. Haz catarsis para encontrar ese equilibrio, te darás cuenta que los días irán pasando y todo volverá a la normalidad, sabrás la respuesta a la pregunta inicial de este texto y eso será suficiente para continuar.
Hace un año.

Acabo de verla en unas fotografías con la sonrisa a todo dar. Con esa sonrisa habitual cuando sellas un pacto importante. Con el vestido blanco haciéndole reverencia a los invitados. Con el cabello color intenso, es que da igual el color, la protagonista es ella. Sí, mi crush universitaria acaba de contraer matrimonio y le he notificado mi alegría tocando dos veces la pantalla. Lo peor es que nunca le dije que era mi crush, aunque viendo el desenlace, me resigno noblemente a estas líneas y a esta nostalgia con mucho cariño y respeto.

Recuerdo la primera vez que la vi. Una versión perucha de Selena Quintanilla, pero seria y con lentes de secretaria sexy. Una trenza francesa y casaca de cuero. Quijada bien levantada y siempre ocupada. Me informaron que pertenecía a esa élite académica de la universidad no apta para vagos como yo, que lo era en ese entonces. Palabrerías, dije. Al instante indagué “superficialmente” sobre ella. Su nombre es Angela, con novio, trabaja en tal lugar, es de este ciclo, es amigo de tal. Información básica necesaria para evolucionar a un stalker pavo.

Al final de todo no fue ni un pinchazo a las esperanzas. Porque realmente mis chances eran totalmente nulas. Descartado incluso antes de entrar al estadio, me resigné a escribirle cartas que nunca llegaron a ella, por obvias razones. Cartas que fueron catarsis con mi crush ausente hasta el día que, como es natural, conoces a otra persona.
“Querida crush. Solo quería decirte que tu relación me inspira. Hubiera querido empezar una relación como la tuya. De años, de planes, de promesas, sin embargo, mi vida amorosa es un desastre e intento organizarla entre el caos de los finales y mi nuevo trabajo. ¿Cómo se hace? ¿Cuál es la ecuación secreta? ¿Existen tips o consejos? A veces tantas preguntas se responden con una simple respuesta, ¿no? Intuyo que tú debes saberla.”  
“Angela, a veces quiero irme lejos, no soporto Lima, no soporto mis nervios y mi TOC, no soporto a la gente. No sé qué me pasa. He leído un post de tu blog que me ha dejado pensando. Se titula ‘La complejidad del amor’ me he quedado pensando en una frase: El amor es una decisión. Quizá esa frase pueda cambiar mi vida.”
“Crush, me gusta tu cabello. Es el mejor laberinto para pasar un fin de semana, con canciones de Henry Mancini y poemas de Bukowski. Con una pizza enorme y cervezas, para olvidar que hay cuentas a fin de mes, que la política es una mierda y que otra vez no vamos a un Mundial.”
La veía pasar y me quedaba embobado hasta de sus Converse. ¿Y si le hablo? Siempre descarté todas las ideas posibles para notificarle mi existencia. Mi crush siguió su vida y yo la mía. Terminó la universidad y hasta el día de hoy no la he vuelto a ver más que en sus archivos fotográficos digitales. Los mismos que me notificaron hace algunos días su boda. Sí, con el mismo novio de hace unos años. Genial, ¿no?

Ella bebe y sonríe en su despedida de soltera y yo sonrío con ella. Porque al igual que hace algunos años solo me queda ser un espectador y alegrarme por la felicidad de mi crush. Porque la vida es así. Porque no fuiste tú y punto. Solo quedan los buenos deseos y estas líneas. Este café y las 3:45 a.m. en el Malecón. Una hora ideal para escribir de mi crush favorita.
“Éxitos en esta nueva etapa, Angela. En el fondo espero algún día casarme como tú. No a lo Pinterest, me basta con algo sencillo, siempre lo imaginé así. Tan de ir y entregarse la vida y voltear por un chela. De un tiempo a esta parte solo me importan que las cosas sean reales. Libre de máscaras y disfraces. Brindo por tu boda, porque estás esbelta y churrísima. Por el nuevo comienzo, por tu esposo, por ti. Por mi crush casada.”
Suena 'Pet Sounds' de The Beach Boys en la habitación más oscura de Santiago.
"Necesito que tomes el próximo vuelo, pero sé que no lo harás, sé que no te convence del todo venirte a vivir a Chile. No es la ciudad en la cual te ves viviendo, y está bien, no todas las ciudades van a gustarte, sin embargo, deberías evaluar todas las propuestas. Estoy casi segura que sigues escribiendo a plena luz del día con la laptop bajo la frazada. En tu versión de 'Castle Byers' con tu taza de Alianza Lima al costado. Como queriendo alejarte de todos y lográndolo. Evadiendo el ruido de la ciudad y las voces tras las cortinas. 
Yo he caído en una relación de amor y odio con mi computadora. He vuelto a lo tradicional. Papel y bolígrafo. Hace poco una señora en el colectivo se sorprendió de verme escribir en vez de estar en mi móvil. No le veo mucho sentido a ponerme a escribir en ese formato. No me siento cómoda. No me acoplo tan rápido como otros, tal vez. Tampoco me siento cómoda leyendo un libro en una tablet. Extraño el olor a libro viejo, a libro usado. No oigo ese sonido típico de hojear un libro en un PDF. Pero no entremos en ese tema. Termino sintiéndome vieja, pero son rollos míos. 
Quiero irme de Santiago por unos días. Quisiera ir a la tumba de mi abuelo. Mi amado Tito. Lo extraño mucho. Luego de cuatros meses pude recién entrar a su viejo despacho sin desplomarme. Posee un archivo cultural impresionante. Hay reliquias en ese lugar. Más allá de una diversa biblioteca, destacan los más de 400 vinilos que guardó desde joven. Mi abuelo amaba esos vinilos. He oído algunos. Los ponía cuando iba a visitarlo los fines de semana y cantábamos en coro canciones de The Beatles.
Sin embargo,  hace unos meses hice más que eso. Me puse a investigar sobre sus vinilos. Quería saberlo todo. He terminado comprendiendo más por qué Tito amaba tanto los domingos por la tarde. Iniciaba un ritual en donde localizaba en la mesa de centro de su despacho: un puro, un vaso con whisky y un vinilo. Terminaba de leer el diario e iniciaba. 
Tito amaba  a Jim Hendrix y el primero que encontré de él fue 'Electric Ladyland' con el grupo Experience. Con la polémica portada que ni al mismo Hendrix le gustó, decía que desmerecía a la música. A mí me parece fascinante. ¡Tetas libres señores! Me terminé memorizando el estribillo de 'All Along The Watchtower'.
Otra banda favorita de mi abuelo era sin duda, The Rolling Stones. Tiene mucho material de ellos. Hasta unos gemelos. El primer disco que compró fue 'Out Of Our Heads'. Luego agregó 'After Math' y 'Beggars Banquet'. Supe que este último marcó la salida de Brian Jones de la banda. 
Si mencionabas a Sinatra, era mejor que te cuidaras si decías algo que no era cierto. Tito sabía todo sobre Frank Sinatra. Un fin de semana tuvimos una maratón de él. Empezamos con su disco 'Strangers In The Night' de 1966 y terminamos con 'Pal Joey'. Película protagonizada por Sinatra y la glamorosa Rita Hayworth y dirigida por George Sidney, el mismo que dirigió el clásico 'Levando anclas'. 
Descubrí también un álbum de rock folk. Está ya un poco gastado. Al parecer lo habían reproducido muchas veces y sin cuidado. No quise ponerlo en el tocadiscos sino más bien buscarlo en alguna plataforma digital. Terminé enamorándome de 'Sounds Of Silence' de Paul Simon y Art Garfunkel. El disco está dentro de los 100 discos más vendidos de los 60s. Una joya de aquel par.
Gracias a Tito, también conocí a Ray Charles y algo bello llamado 'música country'. 'Modern Sounds In Country & Western Music' representa la esencia de Charles. Su voz suave y la cuerda de acompañamiento hicieron todo un éxito el álbum. He dormido con 'You Don't Know Me' sonando en la laptop. Me pegué muchos días con 'If You Can Believe Your Eyes And Ears de 'The Mama's And The Papa's'; en la cena por los 50 años de mamá puse 'G.I Blues' de Presley y la promoción de su colegio empezó la Hora Loca; cuando estuve bajoneada tras terminar con Esteban, la voz de Bobbie Gentry en 'Ode To Billie Joe' me dibujaba una sonrisa en el rostro. 
Los vinilos de mi abuelo me han acompañado desde su partida. Tito me ha dejado más que una colección de discos, más que libros, más que afiches de películas antiguas, más que casetes. Más que un museo cultural invaluable. Me ha heredado conocimiento. Me ha educado estando presente físicamente y también en su ausencia. Me ha hecho valorar más y entender más la evolución cultural en el mundo y eso no tiene precio. Ahora ya sabes, si yo no te convenzo de que vengas, lo hará Tito y su museo privado. (...) 
Fátima" 
Walkover

Las rutinas, la odias. Detestas el ketchup. Te gusta el arroz con poca sal y no cambiarías por nada tus vinilos así como tus dietas para el verano. Cantas en la ducha y callas en los ascensores con mucha gente. Siempre mintiendo sobre tu edad. El tatuaje de tu tobillo, lo odias también. Por ti y te lo sacarías. No pueden faltar las flores en tu habitación. Un té siempre antes de dormir. El noticiero de la mañana siempre con café. ¿Aún ocultando esa cicatriz en la rodilla? No se nota. Te lo dije muchas veces. ¿Para beber? Tu infaltable rosé con tequeños picantes. 80s siempre; viajes, por todo el mundo; escribir, en todas partes.

Y no, lo peor no es saber quienes son tus 10 actores favoritos, lo peor de conocerte tanto es saber que tu orgullo ganará esta partida y no darás vuelta atrás.

Don y Doña Contreras

El tiempo pasa. La espera se ensancha y no cabe más en el desayuno. Como diría Gus: "Más que un pregunta, una respuesta, ¿qué otra cosa puedo hacer". La lista de bares en el refrigerador te mira con una sonrisa y descubres lo disponible que estás para los brindis. La consigna es no ver su cara en mi vaso de cerveza. Realmente es no verla en ninguna parte de esta ciudad. Ni en los paraderos, ni en ningún medio de transporte. Por ahí leí que cuando más evitas algo tiendes a causar el efecto contrario, atraerlo a ti.

Dando un ejemplo de una brillante terquedad los polos opuestos, los enemigos públicos y amantes bélicos se ponen a cenar, a hablar de Ringo y la muerte de Robert Johnson, a debatir sobre política y terminar imaginando un utópico futuro apocalíptico.

A Eyvi

Nosotros tampoco lo entendemos, Eyvi. Y nos llenamos de preguntas, pero ya te has ido. Apretamos puños y susurramos posibles castigos para el culpable, sin embargo, seguimos sin hacer nada. Y fervientemente nos localizamos en un “Me enfada”, pero seguimos quietos mientras más sonrisas se encienden en llamas. Las llamas de gobernantes y representantes preocupados en arreglos florales y sacar su pedazo del pastel.

No, no lo entendemos Eyvi. Quizá nunca lo entendamos, y tal vez, reaccionemos cuando sea demasiado tarde. Cuando estén todas convertidos en cenizas.

¿Está haciendo frío por allá?

Mi rutina cambió. Ahora bebo más café y fumo menos. A veces paso por donde te estacionabas tu auto y me pone triste pensar que nunca más lo veré ahí. Que nunca más volveré a abrazarte y a comer los ricos almuerzos que preparabas. Extraño mirar tus ojos marrones y sentir que tengo esperanza. Que a pesar de ser como soy, puedo sobrevivir. Porque mi vida es entera supervivencia.

Moqueo un poco. No hay nadie en la calle. Mi balcón me relaja y es en estas noche que quisiera irme por un rato a Misuri, esperarte afuera de tu universidad con mi bici y no volver a Lima nunca más. Porque esa sensación de desaparecer contigo la querré siempre, cada momento que venga a mi cabeza tu nombre.
¿Y si te pudiera dejar mis ojos
para que te veas como yo lo hago?
¿Y si me prestaras los tuyos?

Tal vez seríamos capaces
de ver la forma física del amor
al fin.

A.

Kiara bebe a diario. Bebe hasta quedarse dormida en mis brazos. Saca vasos de plástico y convierte su cuarto en un bar para dos personas. No quiere oír a sus amigos y ya le aburrió leer. Ahora se ha dedicado a ver películas y series todo el día. Se ha mudado lejos de la casa de su padre. No lo quiere ver. No quiere terminar la carrera para él y menos seguir recibiendo su dinero. Por eso ha optado por la independencia. Por llegar a la hora que se le plazca a su cuarto, por no notificar a nadie en donde anda, por cuestionarse menos y hacerse más pajas en las noches. "Las mujeres piensan que decir "hacerme una paja" es solo para hombres", me dice mientras termina la segunda botella. Quiere ahorrar para pagarse la carrera ella sola y terminarla con sus ingresos. 

"No quiero que me entiendas solo que te quedes, bebe conmigo, rajemos de los que cruzan las piernas y hablan de Godard para sonar intelectuales." Me quedo con ella viernes y sábado, el domingo almorzamos pizza con Pepsi. Vemos 'Strangers on a Train' de Hitchcock. Vuelve a quedarse dormida en mis brazos mientras Ruth Roman y Farley Granger se miran con recelo. Es la borracha más rebelde del condominio y también mi novia.

Escrito: 04/17
¿Sigues reciclando textos y mensajes mal redactados?
Al parecer, últimamente te falta inspiración y te vales de cualquier correo lleno de hígado. Una pena. ¿Y son todos de personas reales o llegas al punto de inventarlos? ¿Será real este?
¿Sigues llena del mismo ron, las mismas cenizas, los mismos dedos mordisqueados?
¿Siguen tus horas perdidas entre volutas de humo y música para llenar rincones vacíos?
¿Siguen tus juicios contra las zapatillas, mochilas y poleras o esa vocecilla rumea amargamente cuando te vistes?
¿Ya se resignó a verte al espejo de una forma que antes criticabas?
¿Qué otra moda te pudo más?
Novata.
Tal vez deberías cambiarle los nombre a tus blogs, ambos ya están tan trillados y ninguno te queda.
Ella sonríe en la foto
y la sonrisa acapara todo el retrato,
acompaña a otra sonrisa,
una sonrisa masculina
perfectamente acompañada
de una quijada de actor de novela.

Tú nunca quisiste ese selfie, por eso ahora te tiembla la mano para tocar dos veces la pantalla, sin embargo, lo haces. Hay que tener los dos dedos de frente para aceptarlo. Para detenerse a pensar un minuto y hacerse un autoanálisis. Tú nunca provocaste una sonrisa así, cargada de naturalidad y felicidad en estado puro. Lo tuyo fue a medias. Solo queda mirar tu sombra haciéndote mofas desde el piso.

Y escribes lento: "Me alegro por ti". Tardas un poco en darle a 'Enviar'. La segunda frase es más jodida para ti: "Realmente lo mereces." Ella se merecía algo mejor antes de conocerte a ti. Luego sigue un popurri de preguntas sobre el susodicho. Y sientes como si hubieras ingerido una pastilla de chiquitolina.

Lees una lista de planes que ella ha armado perfectamente. Incluye un viaje a Europa y una casa en Kentucky. También hay un carro y un perro grande saltando por todas partes. No podría estar mejor. Cuelgas todo orgullo y con los ojos nublados terminas sonriendo. Porque el amor no es egoísta. Y lo que aún queda en ti lo reflejas en esa sonrisa sincera. Realmente estás contento por esa mujer que te dio lecciones de vida, y que ahora es feliz. Completamente feliz.
Y al final lo único que recuerdas de ella,
es esa sonrisa al lado de tu almohada por las mañanas, 
acompañando el ruido del televisor
con un frío que se escabulle entre tus pies.

Cuando se va, la ves por toda la casa,
como si pasara recogiendo el tiempo
que ahora piensa que perdió,
como si evadiera toda responsabilidad de tu presente.

Y tú te quedas parado en medio de la sala,
con tus vinilos y los libros que compraron juntos,
te quedas con su valentía estrellada contra las paredes,
y ahora todo empieza a desvanecerse frente a ti.

Extrañas las discusiones por la cena de los viernes,
los días de cine e hibernación en el sillón,
las vuelta al mundo en bicicleta,
las borracheras con discos setenteros.

Todo eso se vuelve un cúmulo de cosas en tu cerebro,
una montaña de mucosidad junto a ron y Pepsi,
un laberinto autodestructivo que nadie entiende,
se abre una etapa en donde solo existes tú y nadie más.

Eres consciente que no va a volver,
que no importa cuantas cartas le escribas,
ahora eres un simple viajero hacia el spam,
y sin retorno, pero lo peor, sin oportunidades.

Observando esa realidad lo mejor sería rendirte,
pero prevalece tu orgullo, o algo más tonto,
tu terquedad masculina y vuelves a acercarte,
y confirmas lo que intuías iba a resultar peor.

Vuelves a visitar esos lugares,
esas esquinas o esos parques,
cometes los mismos pecados,
y el círculo vicioso parece nunca acabar.
Hannah, escribe siempre.
Fue mala idea leerte mientras como, porque no es rica una ensalada de frutas con lágrimas y algo de moquito. Y parece ser que siempre es mala idea el buscarte. Termino peor que antes. Cuando pienso que es el último capítulo de nosotros, aparece una nueva temporada y me vuelvo una adicta a esto. Sé que está mal, sé que estoy mal. Tengo cosas por mejorar también. 
No dije que te perdonaba y mucho menos que olvidé todo lo que pasó. Solo un impulso y el descontrol de mis emociones hizo que te escribiera. Te sigo queriendo y sé que tú no lo haces de la misma manera que yo quiero y hago. Te lo dije desde ese martes que yo esperanzada busqué tus labios. Y esa estúpida esperanza es la que debe de morir. Ojalá podamos ser realmente amigos. No ahora, no este año, quién sabe cuándo. Sabes que a pesar de todo, siempre prefiero estar cara a cara, quería decírtelo en el almuerzo, pero no es necesario, lo escribiste todo tú. El día que aprendas a estar solo y que la verdad te haga libre, ese día, te sentirás mejor de lo que puedas estar.
Cuídate mucho, espero que sigas con los cambios positivos. Adiós.
El hombre que escribe en un bar

Hace poco, en sueños. Sé que está lloviendo y estoy afuera de un bar, por la ventana veo a un tipo de espaldas. Está escribiendo. Es Buenos Aires, estoy seguro, tiene ese airecito bohemio en las calles. El hombre levanta la mano una y otra vez. Cerveza tras cerveza. Le pongo unos 40 años. Viste una casaca marrón, pantalón negro y tiene un sombrero en la mesa. Escribe y bebe, bebe y escribe. Mira hacia un lado del bar y distingo ese perfil. ¿Será posible?

Volviste
Volviste. Flaco e igual de cabezón. Volviste y he visto en tus ojos al loco bueno de siempre. Porque nunca pensé que eras un mal chico, solo tomaste malas decisiones. Volviste cuando necesitaba a un amigo, ese amigo que estuvo ausente desde el inicio, y ahora, increíblemente ha cruzado la ciudad para darme un abrazo. Porque mamá se ha ido y sé que la extrañaré muchísimo. Aún le debes un vino, así que debes ponerte al día. 
Te veo diferente. Has cambiado y me alegra. Cuando me fui solo pensé que ninguna mujer iba a cambiarte. Te iba a cambiar la vida, y así fue. Ya era hora ¿no? No hay motivos para retroceder, solo mirar adelante, porque, por fin, luego de tantas lágrimas y caídas has encontrado el camino correcto para convertirte en el hombre que siempre quisiste ser.
"No me escribas"

Cuídate de los que escriben bonito, dijiste una noche. ¿Te vas a cuidar entonces? ¿Vamos a quedar en eso? ¿Nada de escritos a las 3:00 a.m.? ¿Mientras duermes? ¿Antes de ir al trabajo? Voy a ser desobediente esta vez y voy a escribirte algunas líneas. Antes de Navidad. Después del fin de año. En tu cumpleaños. En verano y quizá en invierno. Algunas cartas para el café en otoño o para cerrar un mal día. Para los días difíciles, para las batallas perdidas y las nostalgias a distancia. Voy a escribirte algunas cartas, para ponerle un remedio a esa gripe, para cuando haya hambre, para que sepas donde comprar audífonos y para que conozcas un poco esta ciudad que se consume de a pocos. Voy a escribirte algo para enero pensando en marzo. Voy a desobedecerte y voy a escribirte. No tengo otra opción.

¿Está haciendo frío por allá?

Y la rutina cambió. Ahora bebo más café y fumo menos. A veces paso por donde te estacionabas y me pone triste pensar que nunca más veré tu auto ahí. Que nunca más volveré a abrazarte y a comer ese rico 'Tallarines a lo Alfredo' con tu sazón. Extraño mirar tus ojos marrones y sentir que tengo esperanza. Que a pesar de ser como soy, puedo sobrevivir. Porque mi vida es supervivencia. A mis nervios, a mis rollos mentales, a mis manías absurdas. Solo sé que no estoy loco, que es un tema pasajero, que igual la cura es una locura. Tengo tanto por agradecerte. Eres la persona con la que me pasaría horas y horas conversando y no me aburriría. Estoy segurísimo.

Prendo la laptop. No hay nadie en la calle. Mi balcón me relaja y son estas las noches que quisiera ir a tu universidad, esperarte afuera con mi bicicleta y no volver nunca más a Lima. Porque esa sensación de desaparecer contigo la querré siempre, cada momento que venga a mi cabeza tu nombre. Siempre.

"No quiero esperar más"
Me das vueltas por la cabeza, pero creo que has pasado a ser migraña. Me haces ir por Neptuno y saltar a Plutón. Te gusta oírme cantar pero no esperas el final de la canción. Mi piscina se queda sin agua y tú solo dices que te agrada mi ropa de baño. ¿Cuántas noches más voy a caminar solo con tu sombra por la avenida? ¿Cuántas veces más voy a quedarme esperando tu llamada? ¿Cuántas veces más apagaré la luz de tu habitación y me quedaré afuera? Me aprietas a tu pecho cuando mis días son críticos, sin embargo, no sabes que son críticos por ti. Querido, se acabó el presupuesto para el clínex y además los cigarrillos hacen daño. 
Te he puesto más señales que a una carretera y he confirmado de una vez por todas que no estamos en el mismo viaje, y mucho menos en el mismo bus.
Plan para no escribir de ti

En los días de invierno en donde se congelan los huesos y un poco el alma, pensar en ti es mi extraña salvación. Es mi refugio al aire libre. Hay días que pienso que no debo escribirte nada. Que es tonto y necio. Que tengo miles de cosas por hacer en el trabajo y que no debo olvidar mi lista del supermercado, que es mejor que te deje ser feliz con aquel tipo de moto, que quizá, él si sepa el final de los chistes. Tal vez, sería más sencillo todo esto si no pensara en ti, como pienso ahora mismo, si un día de estos dejara de abrir mi libreta y la tirara por Jirón de la Unión y no volviera a poner tu nombre en ella. No sé que pasará la próxima vez que te tenga en frente. ¿Volveré a tartamudear o te lo diré todo? Es probable que me quede callado, que baje la mirada e intente huir, porque es probable también que me recalques nuevamente de tu novio y de lo bomba que la andas pasando. Yo haré lo mismo que he hecho todas las noches luego de verte en algunas tocadas. Girar. Prender un cigarrillo e iniciar un nuevo plan para no escribir de ti.

Mueran los lunes

Los lunes han perdido su significado motivacional. Ya no son un inicio. No son esperanza. No son un reto. No me sirven. Prefiero los martes, los miércoles, los viernes. Prefiero el sábado y el domingo. Días en los que morir un poco no importa mucho. Nadie se dará cuenta que estás ahí si te mantienes callado.

Te quieres beber todo el alcohol del mundo,
bailando hasta muy tarde con infinita sed,
quieres encontrar al ex y lastimarlo un poco,
exigirle que te devuelvas esos cassette.

Quieres la cerveza, el ron y el tequila,
el vodka helado con jugo de naranja,
las combinaciones para ti deberían estar prohibidas,
a tu hígado ya le has dado buenas tandas.

Me has convencido para ser tu camarada
y he aceptado porque comparto tu debilidad,
admiro tu gusto por los brindis de madrugada
y la cálida manera como golpeas mi dignidad.

Ahora compartimos vasitos de plástico
o la mitad de la cuenta en el bar,
mi departamento es tu cobijo
luego de una noche de tomar sin parar.

De memoria todas las recetas para curar resacas,
ninguna pasa del mediodía del día siguiente,
un llamativo bufé de ideas totalmente triadas
imaginadas en algún rincón de tu subconsciente.

Borracha, quieres una pirámide de shots,
algo en los parlantes de Amy y Muse,
golpear tus brazos a ritmo de Sex Pistols,
rodar por la alfombra con The Cure.

Me conviertes en un ebrio feliz y perdido,
yo te sigo, nomas, como perro a los autos,
perdiendo la misericordia hacia mi hígado
y viendo a la muerte asomándose con un sacacorchos.

Recuerdo que un día te dijeron que te pareces a Natalia Dyer. Mala idea memorizarme justamente esa escena. Caminaste como dos cuadras mirando el cielo. Buscando en tu celular una fotografía de ella. Lo jodido es que realmente te pareces a lella y hasta ahora no puedo terminar de ver la última temporada de Stranger Things.

Hace poco he revisado mi historial de películas en Netflix y he tenido un "viaje al pasado" de los fines de semana cinéfilos contigo. 'Pulp Fiction' fue la primera que vimos juntos. Al final dijiste que harías en Lima un 'Jack Rabbit Slim' pero de cumbia. No me pareció mala idea.

Un sábado no vimos la luz de la calle. Empezamos con 'Daughter of Dawn', la seguimos con 'Paris is burning', un excelente documental de la la cultura "Ball"; 'Escape from Alcatraz' dirigida por Don Siegel y protagonizada por Clint Eastwood; un poco de Almodóvar con 'La piel que habito' del 2011; 'The Town' inspirada en el libro de Chuck Hogan, 'El Príncipe de los Ladrones', y dirigida por Ben Affleck; y para finalizar 'Pretty Woman', con Julia Roberts enloqueciendo a Richard Gere.

Algunos días conectábamos el televisor a la laptop y las maratones no paraban. Recuerdo un sábado de documentales biográficos: 'Kurt Cobain: Montage of Heck' (2015) con ron y Pepsi, 'Amy' (2015) con posterior recorrido por 'Frank' y 'Back to Black', 'The Filth and the Fury' con un mini-pogo en tu sala a ritmo de 'Anarchy in the UK', 'Use Your Illusion' con pizza y cervezas, y por último, 'Loving Vincent' con borgoña y tequeños.

Eras una gran aliada para fines de semana de ocio puro e inmaculado. Comida a la casa, bien descansados, móviles en 'Modo avión' y listo. Las pausas largas eran la cereza al pastel. Tu alma cinéfila era morfina a los días de 'mellegaalpinchotodo'. Eras el paraíso a delivery. Qué bien se te daba recomendar la película adecuada para cada tipo de estados de ánimo. A veces necesito esas recomendaciones, más cuando no puedo dormir.

Odiabas las de terror pero te gustaban las de drama. Ahora sé porqué. Iban más con tu personalidad y tu buenas actuaciones merecedoras de un Óscar. No coincidíamos nunca por una por eso dejábamos todo al giro de una moneda. Cara, sello, sello, cara. Los resultados nos favorecieron siempre a ambos. No lo puedes negar. ¿Comedias románticas?, las detestabas, ahora también sé porqué. Los finales nunca eran como tú querías.

Espero pronto terminar de ver Stranger Things sin querer beberme botellas de vino con canchita. Espero también que sigas teniendo buen gusto con el cine y no dejes de admirar a Tarantino. Eres un anime sonriente sacado de una película de terror. Una actriz sin guión un poco borracha. La reina de las maratones. Una película de ciencia ficción. Eso te va a joder, quizá, pero sé que pensarás lo mismo de mí si revisas tu historial.

Hannah, a pesar de la distancia, sigues dando en el blanco.
Ayer después de mucho tiempo volví a escribir, y hay cosas nuevas por contar, pero vuelvo a decir que es mejor estar lejos de ti. Y por lo del libro, ya habrá momento para que me lo devuelvas.  
No sé por dónde comenzar, porque siento que ya todo acabó. 
Regreso a ti, como si fueras mi droga favorita, de esas que sabes que te matará algún día, pero no la quieres dejar. Han pasado solo tres días y parece una eternidad, días en los que pienso en ti y me duele el corazón, me dueles tú. 
Me duelen tus mentiras, tu cinismo, tu mala entraña, tus labios, tus ojos, tus manos, tus "te quiero". Porque nunca pensé que serían tan falsos, tan vacíos, tan todo lo que siempre criticamos y odiamos. Porque ahora mismo, me odio a mí, odio mi inocencia, odio extrañarte tanto, odio el poco amor que me tengo por escribir de ti, por ti y para ti. Porque nunca pensé escribirte con el hígado, con un nudo en la garganta, con tantas ganas de no existir. 
Ahora que recuerdo cada palabra tuya, cada una de ellas, no dicen nada y pienso si todavía pueden haber más mentiras, si realmente se puede volver a confiar, si existen segundas oportunidades, si valdrá la pena un "borrón y cuenta nueva". Y de nuevo vuelvo a recordarte, pero esta vez, en otra piel, reflejado en otros ojos, en otros labios pidiéndote que la quieras, rogando migajas de ti. ¿Por qué? ¿Cómo pasó todo este desastre? Y me pregunto una y mil veces, ¿por qué a mí? ¿o es que acaso me lo merezco? Sí, debe de ser eso. 
Pero dentro de todo, lo que más odio es que hayas decidido por mí, porque tú pensaste, tú creías, tú, tú, tú. Mientras sólo pensabas en ti y te preguntabas por qué no te miraba a los ojos; yo te quería en secreto, en un silencio a gritos. A veces sentía lástima de mí misma, buscando excusas para hablar y verte, para cruzar miradas, porque en esos milésimos de segundos, te podía ver junto a mí...de nuevo. 
¿Qué más podría decirte? ¡Ah, sí, claro! Lo olvidé, lo que más odio no es tu egoísmo, lo que más odio es que te quiero, te quiero bien, te quiero y mientras escribo esto, negaré que te quiero igual o más que antes. Parece que ya no importa después de desahogarme líneas atrás. A pesar del texto intensamente crudo, hay más corazón que hígado.
Hannah, gracias, por aún acordarte con tanto cariño de mí.

Te mato con ganas,
para que de una vez por todas
no vuelvas a pasar por mi trabajo,
te mato con dedicación y esmero,
para que sepas que me importaste
hasta el día en el que me asesinaste.

Te mato con cariño
para no verte la cara nunca más,
para que no aparezcas con tu libreta
y tu pinta de escritor de los ochentas,
te mato, a ti y a tu iPod, con sus canciones,
te mato, porque ahora sí puedo hacerlo.

Te mato con todos mis poemas,
con mis escritos desordenados y cursis,
y estoy segura, voy a disfrutarlo,
porque aprendí a escribir así,
con el hígado ardiente en una mano
y el corazón destrozado en la otra.

Te mato con las fuerzas que me dejaste,
con las frases de mi madre,
con los consejos de mis amigas,
te mato con mi orgullo,
porque lo he encontrado
después de mucho tiempo.

Te mato con mi voz,
con la chillona, con la sonora,
con mi canto y todos mis gallos,
te mato con mis tacos y mi maquillaje,
con mi rímel, que no se correrá nunca más,
con todas mis trenzas rebeldes y alocadas.

Te mato, y me bebo medio bar,
brindando por mi asesinato,
celebrando mi crimen encima de tu tumba,
te mato y hago fiesta,
porque las buenas acciones se celebran,
y con buenos sorbos de alcohol.

Te mato
porque me enseñaste a resucitar,
y fue lo peor, para ti, que me pudiste enseñar,
porque ahora he vuelto, más decidida que nunca,
con el objetivo claro y conciso,
de matarte las veces que se me plazca.

Está lloviendo en Lima y me pregunto si ya fuiste a clases. Espero no te hayas distraído con las ardillas del bosque y los chicos del equipo de baloncesto. Me preguntaste por qué no escribía. He querido ponerme al día estas semanas, sin embargo, algunos rollos personales me han distraído. Te pondrá contenta saber que ya todo está solucionado y que he vuelto a tener el control de mi vida.

Por fin renuncié a mi trabajo. Me cansó la falta de respeto y valoración a mi esfuerzo y conocimiento. La informalidad y mediocridad de algunas empresas es detestable. He empezado a buscar empleo. Me urge encontrar un trabajo pronto, viene marzo y tengo que volver al instituto además de pagar mis deudas. He pensando en publicar la novela que te comenté y vivir siendo escritor pero creo que esos tiempos de sobrevivir con tu arte ya pasaron. No lo sé, podemos conversarlo cuando vuelvas.

Me he propuesto publicarlo para el fin de verano. No tengas duda que enviaré una copia a Misuri. No tengo idea en donde la presentaré. Maia me dice que lo haga vía streaming. Me estoy inclinando por esa opción. También pienso subir el poemario que escribí el año pasado, el cual está listo para ver la luz pero que por pendientes de la carrera no he podido hacer. Ese también te lo haré llegar con las salsas peruanas que extrañas tanto.

He recibido las fotos que me enviaste de tu viaje a Canadá. Los paisajes se ven increíbles. Espero realmente algún día hacer ese viaje contigo y no volver aquí. Últimamente esa sensación se apropia de mí. La idea de alejarme de Lima ronda mi cabeza con cada vez más intensidad. Debo hacer ese viaje. Poner mis días en 'Modo avión' y sentir esa paz que anhelo hace mucho tiempo. Sé que es cuestión de meses para que me veas en Marshall. Espérame un poco más. Ya llego.

Con una sonrisa.
Dan.

Las imágenes más vivas
son tus dedos hundiéndose
en mis mejillas,
tus brazos abrazándome la vida,
tu sonrisa de anime,
tu risa "silenciosa".

Tu maquillaje a lo Amy Winehouse,
tu manera de servirte los tragos,
la inclinación de tu cuello al fumar,
tu sarcasmo ideal para un mal día,
tus jodas, tus bromas y tus malos chistes.

Los que nunca entiendo
pero igual me hacen reír.

¿En dónde estás Doña Sarcasmo?
Quizá bebiendo en algún bar
o en algún parque con tus chatas
o tu pisco que nunca abandonas.
Sé que en donde estés, estarás
oyendo canciones de los ochentas
y acompañada de una caja de cigarrillos.

Las fotografías más vivas
son tus giros con vestidos de colores,
el tatuaje detrás de tu oreja,
tu lunar ubicado a centímetros
de tu ojo izquierdo,
tus blusas, tus pírsines y tus infaltables Converse.

Las que extraño al caminar
cuando decido irme, un poco, a la mierda.