Suena 'Pet Sounds' de The Beach Boys en la habitación más oscura de Santiago.
"Necesito que tomes el próximo vuelo, pero sé que no lo harás, sé que no te convence del todo venirte a vivir a Chile. No es la ciudad en la cual te ves viviendo, y está bien, no todas las ciudades van a gustarte, sin embargo, deberías evaluar todas las propuestas. Estoy casi segura que sigues escribiendo a plena luz del día con la laptop bajo la frazada. En tu versión de 'Castle Byers' con tu taza de Alianza Lima al costado. Como queriendo alejarte de todos y lográndolo. Evadiendo el ruido de la ciudad y las voces tras las cortinas. 
Yo he caído en una relación de amor y odio con mi computadora. He vuelto a lo tradicional. Papel y bolígrafo. Hace poco una señora en el colectivo se sorprendió de verme escribir en vez de estar en mi móvil. No le veo mucho sentido a ponerme a escribir en ese formato. No me siento cómoda. No me acoplo tan rápido como otros, tal vez. Tampoco me siento cómoda leyendo un libro en una tablet. Extraño el olor a libro viejo, a libro usado. No oigo ese sonido típico de hojear un libro en un PDF. Pero no entremos en ese tema. Termino sintiéndome vieja, pero son rollos míos. 
Quiero irme de Santiago por unos días. Quisiera ir a la tumba de mi abuelo. Mi amado Tito. Lo extraño mucho. Luego de cuatros meses pude recién entrar a su viejo despacho sin desplomarme. Posee un archivo cultural impresionante. Hay reliquias en ese lugar. Más allá de una diversa biblioteca, destacan los más de 400 vinilos que guardó desde joven. Mi abuelo amaba esos vinilos. He oído algunos. Los ponía cuando iba a visitarlo los fines de semana y cantábamos en coro canciones de The Beatles.
Sin embargo,  hace unos meses hice más que eso. Me puse a investigar sobre sus vinilos. Quería saberlo todo. He terminado comprendiendo más por qué Tito amaba tanto los domingos por la tarde. Iniciaba un ritual en donde localizaba en la mesa de centro de su despacho: un puro, un vaso con whisky y un vinilo. Terminaba de leer el diario e iniciaba. 
Tito amaba  a Jim Hendrix y el primero que encontré de él fue 'Electric Ladyland' con el grupo Experience. Con la polémica portada que ni al mismo Hendrix le gustó, decía que desmerecía a la música. A mí me parece fascinante. ¡Tetas libres señores! Me terminé memorizando el estribillo de 'All Along The Watchtower'.
Otra banda favorita de mi abuelo era sin duda, The Rolling Stones. Tiene mucho material de ellos. Hasta unos gemelos. El primer disco que compró fue 'Out Of Our Heads'. Luego agregó 'After Math' y 'Beggars Banquet'. Supe que este último marcó la salida de Brian Jones de la banda. 
Si mencionabas a Sinatra, era mejor que te cuidaras si decías algo que no era cierto. Tito sabía todo sobre Frank Sinatra. Un fin de semana tuvimos una maratón de él. Empezamos con su disco 'Strangers In The Night' de 1966 y terminamos con 'Pal Joey'. Película protagonizada por Sinatra y la glamorosa Rita Hayworth y dirigida por George Sidney, el mismo que dirigió el clásico 'Levando anclas'. 
Descubrí también un álbum de rock folk. Está ya un poco gastado. Al parecer lo habían reproducido muchas veces y sin cuidado. No quise ponerlo en el tocadiscos sino más bien buscarlo en alguna plataforma digital. Terminé enamorándome de 'Sounds Of Silence' de Paul Simon y Art Garfunkel. El disco está dentro de los 100 discos más vendidos de los 60s. Una joya de aquel par.
Gracias a Tito, también conocí a Ray Charles y algo bello llamado 'música country'. 'Modern Sounds In Country & Western Music' representa la esencia de Charles. Su voz suave y la cuerda de acompañamiento hicieron todo un éxito el álbum. He dormido con 'You Don't Know Me' sonando en la laptop. Me pegué muchos días con 'If You Can Believe Your Eyes And Ears de 'The Mama's And The Papa's'; en la cena por los 50 años de mamá puse 'G.I Blues' de Presley y la promoción de su colegio empezó la Hora Loca; cuando estuve bajoneada tras terminar con Esteban, la voz de Bobbie Gentry en 'Ode To Billie Joe' me dibujaba una sonrisa en el rostro. 
Los vinilos de mi abuelo me han acompañado desde su partida. Tito me ha dejado más que una colección de discos, más que libros, más que afiches de películas antiguas, más que casetes. Más que un museo cultural invaluable. Me ha heredado conocimiento. Me ha educado estando presente físicamente y también en su ausencia. Me ha hecho valorar más y entender más la evolución cultural en el mundo y eso no tiene precio. Ahora ya sabes, si yo no te convenzo de que vengas, lo hará Tito y su museo privado. (...) 
Fátima"