Timado

Kiara me sorprende a la salida de la oficina, me dice que la acompañe a buscar vino caliente, que no ha encontrado un lugar en donde preparen uno a su gusto. Saltamos como conejos tomados de las manos, felices y rimbombantes hacia nuestro destino. La cena termina luego de halagos a la comida, sin embargo, a Kiara no le ha gustado el vino que le han traído. La animo diciendo que buscaremos en otro lugar, que lo vamos a hallar de todas maneras. Luego de dos semanas iniciamos otra búsqueda, sin embargo, no damos con el indicado. Pasaron dos meses de visitas a diferentes restaurantes y bares, y nunca pudimos hallar el que ella quería. En invierno se fue y no supe si pudo encontrarlo al final de cuentas.

Un día recibí un correo con un archivo adjunto. Eran pequeñas cartas unidas en un Word que había escrito a algunas personas de su vida. Mi nombre estaba al inicio y también el de Eduardo o Ed, como ella llamaba a un ex antes de mí. "Quisiera que me escribieras aunque sea para decirme la receta del vino, no logro recordarla por más que me esfuerce. Aún te quiere, K."

Falsa alarma

Recibo una llamada un sábado por la tarde, es ella. "Ya era hora", pienso, mientra sonrío "victorioso". No hay mucha información reciente que maneje sobre su vida, solo algunas fotos que subió a su cuenta de Instagram junto a su nuevo novio al cual un día, con aires de adivino de Av. Abancay, le predije un par de semanas de relación. Me dice con voz seria que quiere verme, que tiene algo importante que decirme y que no falte a la cita. Me alisto como si fuera asistir a una boda. Me preparo mentalmente para oír su discurso que imagino empezará con un "Tengo problemas con mi novio" o un "He estado pensando en ti", sin embargo, implacable y más segura que nunca, saca un pequeño sobre dorado de su cartera e inicia con lo que nunca imaginé: "Voy a casarme y me gustaría que vengas, aún te considero mi amigo."

La mala rabia

Es la primera vez que visitaré su casa y conoceré a su familia, durante el camino me cuenta de Copito, su querido can, el amo y señor de su hogar, el mimado y engreído. "Es un tierno, siempre le gusta jugar", me dice mientras subimos al departamento. Al ingresar me presenta a sus padres, tíos, tías y a sus dos hermanos. Todos reunidos por un año más del perro, sin embargo, el cumpleañero no está. Sucede que está en la veterinaria pues, haciéndose un corte para estar guapo en las fotos. 10:00 p.m., y llega Copito, el lindo con desconocidos, el amigable sabueso me mira con desconfianza y se me avalancha encima, gruñe, no me quiere en su fiesta, ladra fuerte, como si acabara de ver un alma perdida. Tengo que salir inevitablemente de la casa y ella me acompaña,  sentados en su escalera escucho a su madre decir desde la cocina: "Al otro chico como lo quería oye", y por un momento no sé si refiere a su perro o a su hija.

Golpes bajos

Recuerdo una caminata larga en donde poníamos nombres a hijos futuros y planeábamos las vacaciones cuando el pequeño(a) cumpliera 5 años. Alejandro si es hombre, Claudia si es mujer y Cusco, como primer destino familiar. Componíamos todo un árbol genealógico con nuestros apellidos y agregábamos hasta el nombre del perro. 10 años después me compro un terno y un regalo para asistir al bautizo de su primera hija. Me acerco al padre con una sonrisa no fingida. Estoy realmente feliz por ellos. Por la nueva etapa. Por su bebé y su nueva familia. El tipo me ve acercarme y pareciera que algo sabe de mí. “Qué bueno que hayas venido, tocayo”, “¿También te llamas David?”, “(Ríe) Ah, no, no, tocayo de apellido nomás.” Y veo como al fondo de la sala, con globos enormes y coloridos se ha formado: Mi bautizo, Claudia Paloma.

Color infierno

"¡Sorpresa!", grita Adriana que ha venido a esperarme al aeropuerto luego de unas vacaciones cortas por la selva. Me entrega una bolsa de papel que al parecer contiene una prenda. "Ábrelo, es algo que te va a gustar" Es una camisa a cuadros manga larga, color celeste cielo con detalles floreados. Realmente muy bonita. Nos vamos a cenar y le cuento de mis aventuras por el Ucayali, ella me cuenta de sus exámenes finales y que ha pasado con buenas notas todos. Al llegar el fin decidimos irnos a bailar y chelear por los cuatro meses que vamos saliendo. Me pongo la camisa que me ha regalado y durante toda la noche no deja de soltar apelativos cariñosos sobre la prenda. Pienso que es la mejor noche del verano al llegar a casa.

Un fin de semana no puedo dormir y me pongo a stalkear su muro en Facebook. Ha borrado contenido de 4 años de relación con Rodrigo, sin embargo, curioso y tonto, espero encontrar algo que me lleve a él. Hay una etiqueta extraviada que me dirige hacia su perfil. Mi curiosidad está a punto de darme una lección. En la sexta foto de perfil guardada veo a una pareja feliz, son ellos, están en Paracas. Adriana sonríe con un vestido lleno de girasoles y él con una familiar prenda color celeste cielo. La foto es acompañada con una breve descripción: "El mejor verano de mi vida".