Intento fallido

La inquietud surge a mediar las 2:03 a.m., es difícil dormir cuando se está nervioso y pensativo. Una pregunta me tiene despierto. Estoy pensando en los motivos por los que dejé de escribir en Internet un verano del 2009. Antes de este blog escribía en otro llamado 'La ciudad del poeta'. Algo cliché, ¿no? Lo cerré porque pensaba que mis escritos no estaban a la altura de los lectores. No confiaba en mi propio arte y a pesar de contar con una comunidad, lo eliminé.

Me tomé un descanso sin embargo siempre me repetía: ¿por qué?, ¿qué pasó?, si era un ejercicio saludable. Me sentía soberanamente libre al final de cada párrafo, me hacía situar mi mente y corazón en una línea recta y tirar el freno en cualquier parte de la travesía. Olvidé esa buena terapia nocturna y murmuré: Buena suerte, nos volveremos a ver.

Entre tantos signos de interrogación busco respuestas y no encuentro una concisa que mitigue mi inquietud. En mi defensa busco excusas lejos de la razón principal y le echo la culpa a un desamor, al tiempo, a la rutina, a la universidad, a mi roñosa flojera o a mi afán de leer más y escribir menos. Es en vano, yo sé la verdad.

Una hora después sigo sin poder dormir.

Hace unas semanas recibí una carta desde Ecuador, la firmaba mi buena amiga Victoria. Párrafos antes del final hizo una pregunta que se desprendió de la idea principal del mensaje, que era contarme como le iba en aquel país y lo rápido que estaban creciendo sus pequeños. “¿Por qué no vuelves a escribir en un blog?”. Estuve muchos minutos pensando en esa interrogante, la dejé pasar y seguí leyendo la carta hasta su final.

Victoria antes de irse me regaló una libreta des hojas rayadas, de tapa azul intenso y que en el inicio había puesto: "Escríbeme algo cuando me vaya, algo bonito. Te extrañaré. Besos, Vico." Nunca escribí nada. Recordé que la escondí en algún lugar de mi cuarto junto a mis ganas de escribir, que estaba vacía, sin un párrafo que indique si fue un regalo bien utilizado, además de empolvada.

Aquella noche la busqué y di con ella, tomé un lapicero y respondí la pregunta, la razón principal de haber dejado de escribir. Puse mis miedos más recónditos en tres hojas, pensando que de ese modo dormiría de una buena vez, sin embargo, el efecto fue agradablemente distinto. Unas líneas bastaron para volver a sentir esa sensación estremecedora, sublime y liberadora. Sentí paz, un golpe de buenos recuerdos, me arrepentí de haber tomado distancia. Recordé que no se puede estar mejor haciendo lo que a uno le gusta y no lo que a otros los hace sentir mejores. Empecé a sonreír al instante. Supe aquella noche que Victoria solo había sido ese puente para volver a encontrarme conmigo mismo y para que de una buena vez me deje de tonterías.

4:34 a.m.

Punto y aparte y adiós a las vueltas, al silencio, a los malos recuerdos, a la evasión de la realidad. Me puse cara a cara con la verdad. Unas de las mejores terapias del hombre había sido remplazada por asuntos banales y frívolos. Que se vayan al carajo. Escribir es una buena bala y yo quería y quiero dispararla. Mis hemisferios cerebrales brindaron y cualquier hoja vacía en mi habitación se vio amenazada por la tinta azul de mi lapicero. Lo decidí, no había marcha para atrás.

Logré dormir al final de cuentas, casi hasta el mediodía, sin embargo, lo que más recuerdo de aquella noche es que a las 5:56 a.m. había tomado una breve pero sólida decisión.

Volver a escribir para un blog. Y este es el inicio. Aquí voy.

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