Y me cautivó tu quechua,
tu fragancia a cordillera,
tu sabor a campo,
tus manos de algodón,
tus curvas de ande.

Y me cautivaron.

Me rendí en tu brazo derecho,
mientras tu pollera me acariciaba el alma.
Tu cariño con trenzas me salvó de la tormenta.
En tu voz recorrí costa, sierra y selva.

Y fui tuyo.

Entre arpas y cenizas,
al pie del Lauricocha.


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