Aquí todo está bien

El deseo de decir el título de este post en las peores situaciones es una significativa señal de vitalismo y ansias de superación a los infortunios sorpresivos de la vida, sin embargo, cuando la derrota asoma a nuestra travesía y empuja, estorba y hasta golpea, surgen preguntas que te confrontan con esa realidad severa e imposible de eludir, por ejemplo: ¿Es realmente el miedo a la derrota, al fracaso, lo que provoca la asunción de la misma por nuestra parte?

Sintiéndome levemente derrotado (durante estos días) pienso que ahí surge la diferencia entre el hombre vital y el hombre derrotado o, quizá, sea una cuestión de juego de palabras. El sentirse derrotado es a la vez un plus de superación, mejor aún si no hemos tocado fondo pues haremos lo necesario para no llegar a él, por otro lado, el miedo a la derrota alimenta el caos y nos disuelve de la realidad, entramos en desesperación y somos canalizados a confusiones innecesarias que nos tomarían días en fundir.

El peso de la derrota quizá nos acerca más a la losa, a una vida realista, nos hace ver el antes y el después de nuestro presente y nos lleva a tomar decisiones que serán consecuentes a nuestra situación, por el contrario, lo liviano y monótono nos arrebata lo auténtico y nos marca una distancia de lo palpable, nos convierte en un círculo vicioso de mediocridad maquillada y a su vez nos vuelve insignificantes.

Derrotado pero optimista me siento al ras de la realidad estas semanas, es una grata sensación, aunque a veces incierta, pero eso equilibra mi derrotismo con mi vitalismo, aun cuando los golpes en la boca me obstaculicen decir: todo está bien.

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