¡Pórtese bonito joven!

Dane hace poco me invitó a un evento social en un CETPRO (Centro de Educación Técnico Productiva) en Jesús María al cual asistí con agrado. No tenía ni la más mínima idea de lo que era aquella residencia hasta que salí haciendo gestos de reverencia y agradecimiento por la amabilidad y la agradable experiencia. Estuve más de dos horas actuando un buen comportamiento, es decir, sentado en un rincón del auditorio principal leyendo revistas de Catecismo y Eucaristía mientras veía pasar monjas y niños. Casi inmóvil y en silencio.

Estaba completamente aburrido y con un hambre colosal. Le confesé a Dane mis deseos de irme junto con ella por el desayuno que nos hacía falta a ambos, ella me respondió que tenía que tener paciencia, que dentro de un momento iba a terminar y nos íbamos a ir. Paciencia es lo que me falta, creo que desde niño lo he sabido. No pude quedarme más tiempo sentado y empecé a recorrer las instalaciones del centro. Vino a mi mente la imagen de mamá cuando tenía 8 o 9 años y me llevaba a las reuniones con sus amigas de la iglesia.

Antes de entrar a la casa de Doña Sara me apretaba las mejillas con una ternura rara y me decía: “Pórtate bien Richi, no toques nada y estate calladito”. Naturalmente hacía todo lo contrario. Yo veía a mamá desde lejos apuntarme con el dedo, escondiendo su rostro gruñón con su taza con manzanilla. La verdad es que no soportaba ver esas series que las niñas de la casa veían, me aburría oírlas comentar sobre la novela mexicana de las 3:00 p.m. o que una de sus muñecas se quedó sin una prenda. Yo quería alcanzar esos libros coloridos que el esposo de Doña Sara guardaba en su repisa, pues imaginaba eran comics, y en el intento por alcanzarlos rompía algunos objetos de porcelana con dibujos de ángeles y bebes. Doña María casi siempre se despedía con una deuda en la cartera y con un hijo que se iba a ganar algo más que un jalón de orejas en casa.

Habían pasado dos horas y seguía en aquel lugar, con el hambre de hace una hora y con Dane repitiéndome que ya nos íbamos a ir. Exactamente en el momento en que mi tranquilidad se apagaba, en el que mi cuerpo perdía la serenidad y mis ganas de bailar en medio del auditorio con la música que las organizadoras habían puesto se incrementaban, en ese instante en que susurré bajito: “Jugaré esa tómbola y hasta que no gane lo que me guste no pararé”, en ese breve lapso en que se me pasó por la cabeza invitarle a la Madre Superiora unas cervezas para celebrar el evento, Dane se me acerca, me toma las manos y me dice: “No estarás pensando en pórtate mal ¿no?”.

0 comentarios :

Publicar un comentario