Maldiciones cortas II



Tengo un problema: no tengo tiempo para escribir como quisiera hacerlo. Extraño el blog y a mis lectores, quizá a los pocos que aún siguen pasando por aquí desde su creación, sin embargo, hasta hoy nunca se me ha pasado por la cabeza abandonar el blog, tirar la toalla, dejar de publicar. Jamás.

Sucede todo lo contrario, en esos minutos que le robo a la rutina universitaria y laboral, mi libreta hace su aparición e inicio la terapia pensando en este espacio. Terapia explicada en la primera parte de esta publicación (Maldiciones cortas).

El invierno y los grisáceo que se pone Lima por estos días es de gran ayuda para escribir, por eso mismo, he vuelto a recolectar los breves escritos en mi borrador que gracias a La Gris han surgido. Es así que se ha edificado una muralla con los precarios párrafos nacidos de una mente alterada.

Ni siquiera sé por dónde empezar

- Ahora todo es complicado y sencillamente no puedo decir: el principio de todo fue aquel día, porque es probable que no haya habido un principio, pero estoy seguro que hubo un final.
- ¿Cómo resumirías tu estado?
- Llevo meses de vagabundo. Libertino. Quizá extraviado en mis propios hemisferios. He perdido las ganas de escribir y me he evocado solo a escuchar a The Smiths. Han pasado tantas cosas, prometo en cuanto pueda, lo más probable en unos meses, contarte más. Hasta entonces.

Qosqo y ella

La pistas y veredas me estresan
no quiero más luces y semáforos
estoy cansado del metro y los edificios
vamos a Qosqo, Alejandrina
vamos a dar una vuelta por Ccorca
Poroy
Wanchaq y
San Jerónimo.

Voy a robarte un beso
mientras te pones chaposita
nos amaremos al ocultarse la luna.

Niña linda, vamos a bailar
agitaremos los brazos con el viento
abrázame fuertecito, Alejandrina
celebremos este sentimiento
p'unchay, p'unchay, que hermoso p'unchay.

Alejandrina que chaposita despertaste
tus sentidos contrastan con los montes
verdecitos todos, felices hasta el pico

Ay mi ñust'a, que bonita estás
a Lima ya no quiero regresar
me quiero quedar en Qosqo
contigo y nuestra paz.

“Los tipos como tú deberían morir”

- ¡Eres un perro y los tipos como tú se quedan solos, viven solos y mueren solos!

Dana lloraba mientras gritaba de impotencia, de coraje, de bronca. Se había vinculado con el tipo equivocado, con el chico que no podía ser mencionado entre sus amigas cercanas, el hombre que representaba a la imperfección, el escritor amoral que robó su moralidad con besos libertinos.

- Ambos debemos morir, yo por querer liberarte y tú por tiranizarme.

Silver Linings Playbook

La talentosa Jennifer Lawrence en la comedia romántica Silver Linings Playbook de David O. Russell protagoniza el papel de una viuda ‘loca’, Tiffany, que acababa de perder su empleo por razones pecaminosas. Hay un fragmento de la película en el que Tiffany increpa a Pat, interpretado por Bradley Cooper, por haberla juzgado sin conocerla y por la vida que llevaba Pat luego de la separación con su esposa. Tiffany se exalta y grita:

"Tienes miedo de estar vivo, tienes miedo de vivir, eres un hipócrita, eres un conformista, eres un mentiroso. Me abrí contigo y me juzgaste, eres un idiota."

Hace poco oí palabras parecidas desde los labios de Valentina y las cuales me dejaron en un estado de vagancia mental increíble. Valentina había acertado y eso era lo peor de la noche. En el bus de regreso a casa repase sus palabras. ¿Miedo a estar vivo?, carajo, mejor no respondo. ¿Miedo a vivir?, a veces, no siempre, quizá. ¿Hipócrita?, creo que se excedió. ¿Conformista?, nunca. ¿Mentiroso?, pienso que me conoce demasiado. ¿La juzgué?, si, y tiene razón, soy un idiota.

Duda

Por esta parte de la ciudad
al parecer nada ha cambiado,
sigo bailando pésimo
aun no aprendo a jugar ajedrez
bebo menos café
y estoy a punto de graduarme.

Sigo escribiendo como siempre,
voy a terapia los viernes,
lo sábados juego fútbol,
y los miércoles voy a caminar.

Me contaron de ti,
fue hace poco,
que sigues yendo al gimnasio,
mintiendo en el confesionario,
faltas a veces a la facultad y
que te has comprado una cámara.

No voy a hacer demorar
tan solo quiero contarte:
es que ayer encontré
a alguien como tú
y me hice una pregunta.

¿Tú también piensas en mí?

Diana odia los boleros

Diana, mi compañera de trabajo hace semanas me confesó que odia los boleros, que detesta llegar a la oficina y oírlos porque yo los pongo. Le digo, en mi defensa, que me hacen recordar épocas maravillosas de mi adolescencia. Por ejemplo, los domingos que visitaba a mi abuelo en su casa en Chosica. Eran domingos fantásticos, de buena música, buena comida, abundante cerveza y risas.

Antes de que anocheciera, mi abuelo sacaba su colección espléndida de boleros y se sentaba a mi lado a oírlas. Sonaban Lucho Barrios, Los Panchos, Julio Jaramillo, Pedro Otiniano, Iván Cruz y Segundo Rosero. Bebíamos, nos contábamos historias, reíamos y volvíamos a beber hasta la hora de volver a casa. Diana me dice que todos los boleros les parece iguales. Ella quiere salsa, rock, música electrónica y otros géneros. Yo solo quiero recordar aquellos años, recordar a mi abuelo y su casa grande, los atardeceres y las historias, y sonreír por un momento.

A Basdala

Poema escrito por Roberto Ávila en su poemario S.O.R.E.M (2013) para el autor de este blog. Digno de compartir.

Te recuerdo prematuro de cenizas,
lúcido de manuscritos delirantes,
animal tierno de este monte,
un higo verde en el huerto frondoso.

Te parió el coloquio de las amarguras blandas,
reposaste en el regazo de la duda,
con el sueño negro de dos aguaceros,
escondido en la caverna antigua de la crisis.

Basdala, si la soledad te ha acompañado
con la triple imagen de Atenea,
no andes rogándoles a la aurora
que le de piedad a tu insolencia canina.

La silla acrílica te sostiene en el olvido
cuando le gritas sonoro a la zozobra,
y te manchas de sombras con mi luna
acariciando la tinta frágil de tu pluma.

Basdala, amigo de la rima mía
y del soneto armónico de mis alegrías,
ven y camina más conmigo en el alba fría,
para crear fuego y renacer de sus cenizas.

¿En qué momento se jodió todo?

¿En qué momento dejé de preguntarme porque hago lo que hago? ¿En qué instancia de la vida empecé a comportarme diferente? ¿En qué tiempo me propuse invitar chicas a mi departamento y luego de follar olvidarme de sus caras? ¿En qué minuto dejó de afectarme si es que no las vuelvo a ver? Incluso, no me afectaría si es que las veo llorar. En lo mínimo. ¿En qué lapso nació un odio a las formalidades y creció la pasión por lo clandestino? ¿En qué momento empezaron a preparar el café de una manera diferente en mi cafetería de siempre? Por eso ahora prefiero hacer café en casa. ¿En qué período de estos años empecé a caminar sin preocuparme en algún destino? ¿En qué momento dejé de extrañar a Belu, a Rocío, a Valentina, a Angeli, a Nadia, a Dane, e invitarles un vino y conversar horas?

¿En qué momento olvidé que tan solo necesito amar y que amen?

¡Goza mi morena!

Domingo veraniego en donde Carmen, la morena que me cuidaba de pequeño, viene de visita a casa. Carmen es una morena quimbosa, de sabor peruano original y sonriente las 24 horas del día. Sus platos hogareños me marcaron el camino a ser un “todo terreno”. Carmen es aliancista desde antes que naciera y es apasionada en todo lo que hace. Recuerdo que bailaba junto a sus ollas, yo la miraba desde el sillón, cadera de aquí para allá, ¡epa!, exclamaba, aplaudía, era una fiesta deliciosa.

Un día le jalé el mandil, le dije: Seño’ Carmen también quiero bailar. Me tomó de las manos y cual marioneta me electrocutó el cuerpo con su baile criollo, y también caderas de aquí para allá empecé a aplaudir, a gozar, a moverme como ella, sentí desfogue, felicidad, mi Perú era ella, la victoriana de todos. Carmen, mi morena quimbosa, sigue con esa sazón de siempre en los pies y en sus platillos. ¡Ay morena quimbosa, esta tarde no te escapas, vamos a gozar otra vez juntos! –le digo mientras me le acerco bailando. Ella sonríe como antes, como aquellos días en que me electrocutaba con su arte.

Ella, otra vez ella

La soledad
otra vez
muy puntual
como siempre
acercándose al balcón
prendiéndome el cigarrillo
azucarando mi café
arrebatándome el alma
con música suave
con vientos del sur

Le cedo un espacio
guardo silencio
me fulmina, me acaricia
no es su fuerte
hablar de amor
me seca los mofletes
me brinda aire
respiramos ese lapso
un breve momento
para dos.

Un poquito de pinga ¿sí?

Sara es una de las mejores del aula en la carrera de Arquitectura. Primera en la mayoría de las materias. Uno la ve pasar por la acera y no se atreve a acercarse para pedir el número de celular. No se inmuta si le mandan un piropo o le susurran una oda. Es una mujer analógica, como las que se extinguen por estos días. Tuve el arranque de hablarle en la cafetería de la facultad y al parecer mi apariencia de falso nerd ayudó.

- Me pasas el azúcar, por favor -solicitó ella.
- No, me falta endulzar –respondí.
- Pero si ni cucharita tienes.
- Préstame la tuya y podré endulzar entonces.
- No creo.
- ¿Por qué?
- Porque la he usado.
- ¿Y si la limpio?
- No, porque tiene mis bacterias.
- Pensé que las santas están libre de todo mal.
- ¿Santas? ¿Yo santa? (Sonrió sarcásticamente)
- Esa imagen das.
- Aprende a diferenciar entre santas cabales y entre libertinas reservadas.
- ¿Eres una loca perfil bajo entonces?
- Quizá.
- No me gusta esa respuesta.
- No me gusta que me nieguen el dulce.
- No me gustan las mujeres que guardan las apariencias. No hay nada mejor que mostrarse como uno es.
- Tal vez es un chaleco anti-pendejitos alucinados.
- Yo no soy uno, pero me agradaría quitarte ese chaleco. Los chalecos anti-cualquier cosa siempre pesan.
- Tengo mucha fuerza, además el peso es bueno, a veces.
- No es bueno para querer, para amar o para follar.
- Me lo quitaría si la razón fuera la última.
- En mi departamento tengo muchos ganchos que soportarían tu chaleco.
- ¿Tienes azúcar en tu departamento?
- Tengo marihuana y la próxima clase sin profesor.
- Te presto mi cucharita entonces.

Martín Roldán

-El otro día leí algo más o menos así: 'Si un escritor se enamora de ti, vivirás para siempre'.
-¿Es cierto eso?
-Realmente no lo es
-Otros dicen que sí
-¿Quiénes?
-¿Otros escritores?
-Eso es un floro que usan para computar chicas
-Me lo imaginaba
-Realmente el que vive para siempre es el personaje, no la persona quien la inspiró, ¡y eso!, si es que el libro sobrevive al tiempo y a la crítica.
-Debe ser bonito inspirar una historia, un personaje de novela
-Sí, de hecho que lo es, pero eso a las chicas de ahora no les interesa
-¿Por qué dices eso?
-Lo digo por experiencia
-A mí sí me interesa
-Pensé que tus intereses iban por otro lado
-Es verdad, pero en el fondo a las mujeres también nos gusta saber que inspiramos algo
-Siempre y cuando se fijen en alguien con la sensibilidad suficiente para descubrirlo.
-Si pues
-Y eso no es habitual en las mujeres
-Espero algún día inspirar algo bonito, y quizás vivir para siempre
-Ya lo estás haciendo
-¿Cómo?
-Este momento, este instante en la distancia entre tú y yo. Este ahora es la eternidad
-¿Y lo vas a escribir?
-Algún día, posiblemente algún día

Extracto de la publicación ‘Diálogos postconcierto de The Cure’ del blog ‘Generación Cochebomba’.

El cuerpo huele a sangre

Ricardo balbucea algunas palabras desde su cama, la fiebre lo está atormentando varios días y en la facultad ya es preocupante su ausencia. Toma su lapicero con poca tinta y me informa del caos en el que vive. Escribiendo, así sobrevive a su enfermedad. Lo hace espléndidamente a pesar de su estado y es algo que aprecio mucho. Me estruja.

- ¿Por qué extrañas tanto a Nadia?, le pregunto.
- Nadia me hacía sentirme un desdichado, un hombre enredado en un torbellino de soledad, quizá por eso me hace tanta falta.
- Eso no es muy alentador.
- Yo lo utilizaba para mi vicio.
- ¿Vicio?
- Escribir.

Nadia, la chica de la voz perfecta ha escapado dejando a mi amigo moribundo. Le he prometido a mi camarada buscarla y darle la mala noticia: has matado a Ricardo.

¡Arriba, siempre arriba!

Su especialidad no era poner las cartas sobre la mesa, pero si las nalgas. Era la dueña de los escritorios y de los pupitres. Poseía un poder indiscutible para conducirme a su sexo. Era cocaína. La adicción de un tipo que escribía desnudo de su silueta a las 3:18 a.m. Vicio con efectos delirantes.

Los fluidos de sus poros eran almíbar. Su cuerpo era el mejor afrodisíaco. El arcoíris se dibujaba desde su matriz. Bebíamos de cabeza y nos domesticábamos con coraje. Su ninfomanía era alerta roja en mi tacto. Éxtasis de lujuria absurdo de no inhalar. Si algún día la vuelven a ver, decirle que me busque en el manicomio después de las 3:00 a.m.

No me voy

Prometo ser más disciplinado
conmigo mismo
con los que pasan
de vez en cuando
pero pasan
con los de siempre.

No me voy
a pesar de los vicios
no me alejo del camino
me quedo un tiempo más
por el inicio
y también por el final

Mi hogar me ha dado alas
un lugar donde jugar
idealizar y elevarme
hoy no se aterriza
olvídate de las despedidas
no me voy

Un respiro y seguimos
por las historias
por la prosa hermosa
por los cuentitos
por ellas tres
no hay marcha atrás

Salud por este tiempo
por la soledad
y la compañía
por la larga estancia
este es mi cobijo
no me voy.

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