Los pelos y las manos II

El hombre que escribe en un bar

Hace poco, en sueños. Sé que está lloviendo y estoy afuera de un bar, por la ventana veo a un tipo de espaldas. Está escribiendo. Es Buenos Aires, estoy seguro, tiene ese airecito bohemio en las calles. El hombre levanta la mano una y otra vez. Cerveza tras cerveza. Le pongo unos 40 años. Viste una casaca marrón, pantalón negro y tiene un sombrero en la mesa. Escribe y bebe, bebe y escribe. Mira hacia un lado del bar y distingo ese perfil. ¿Será posible?

Volviste
Volviste. Flaco e igual de cabezón. Volviste y he visto en tus ojos al loco bueno de siempre. Porque nunca pensé que eras un mal chico, solo tomaste malas decisiones. Volviste cuando necesitaba a un amigo, ese amigo que estuvo ausente desde el inicio, y ahora, increíblemente ha cruzado la ciudad para darme un abrazo. Porque mamá se ha ido y sé que la extrañaré muchísimo. Aún le debes un vino, así que debes ponerte al día. 
Te veo diferente. Has cambiado y me alegra. Cuando me fui solo pensé que ninguna mujer iba a cambiarte. Te iba a cambiar la vida, y así fue. Ya era hora ¿no? No hay motivos para retroceder, solo mirar adelante, porque, por fin, luego de tantas lágrimas y caídas has encontrado el camino correcto para convertirte en el hombre que siempre quisiste ser.
"No me escribas"

Cuídate de los que escriben bonito, dijiste una noche. ¿Te vas a cuidar entonces? ¿Vamos a quedar en eso? ¿Nada de escritos a las 3:00 a.m.? ¿Mientras duermes? ¿Antes de ir al trabajo? Voy a ser desobediente esta vez y voy a escribirte algunas líneas. Antes de Navidad. Después del fin de año. En tu cumpleaños. En verano y quizá en invierno. Algunas cartas para el café en otoño o para cerrar un mal día. Para los días difíciles, para las batallas perdidas y las nostalgias a distancia. Voy a escribirte algunas cartas, para ponerle un remedio a esa gripe, para cuando haya hambre, para que sepas donde comprar audífonos y para que conozcas un poco esta ciudad que se consume de a pocos. Voy a escribirte algo para enero pensando en marzo. Voy a desobedecerte y voy a escribirte. No tengo otra opción.

¿Está haciendo frío por allá?

Y la rutina cambió. Ahora bebo más café y fumo menos. A veces paso por donde te estacionabas y me pone triste pensar que nunca más veré tu auto ahí. Que nunca más volveré a abrazarte y a comer ese rico 'Tallarines a lo Alfredo' con tu sazón. Extraño mirar tus ojos marrones y sentir que tengo esperanza. Que a pesar de ser como soy, puedo sobrevivir. Porque mi vida es supervivencia. A mis nervios, a mis rollos mentales, a mis manías absurdas. Solo sé que no estoy loco, que es un tema pasajero, que igual la cura es una locura. Tengo tanto por agradecerte. Eres la persona con la que me pasaría horas y horas conversando y no me aburriría. Estoy segurísimo.

Prendo la laptop. No hay nadie en la calle. Mi balcón me relaja y son estas las noches que quisiera ir a tu universidad, esperarte afuera con mi bicicleta y no volver nunca más a Lima. Porque esa sensación de desaparecer contigo la querré siempre, cada momento que venga a mi cabeza tu nombre. Siempre.

"No quiero esperar más"
Me das vueltas por la cabeza, pero creo que has pasado a ser migraña. Me haces ir por Neptuno y saltar a Plutón. Te gusta oírme cantar pero no esperas el final de la canción. Mi piscina se queda sin agua y tú solo dices que te agrada mi ropa de baño. ¿Cuántas noches más voy a caminar solo con tu sombra por la avenida? ¿Cuántas veces más voy a quedarme esperando tu llamada? ¿Cuántas veces más apagaré la luz de tu habitación y me quedaré afuera? Me aprietas a tu pecho cuando mis días son críticos, sin embargo, no sabes que son críticos por ti. Querido, se acabó el presupuesto para el clínex y además los cigarrillos hacen daño. 
Te he puesto más señales que a una carretera y he confirmado de una vez por todas que no estamos en el mismo viaje, y mucho menos en el mismo bus.
Plan para no escribir de ti

En los días de invierno en donde se congelan los huesos y un poco el alma, pensar en ti es mi extraña salvación. Es mi refugio al aire libre. Hay días que pienso que no debo escribirte nada. Que es tonto y necio. Que tengo miles de cosas por hacer en el trabajo y que no debo olvidar mi lista del supermercado, que es mejor que te deje ser feliz con aquel tipo de moto, que quizá, él si sepa el final de los chistes. Tal vez, sería más sencillo todo esto si no pensara en ti, como pienso ahora mismo, si un día de estos dejara de abrir mi libreta y la tirara por Jirón de la Unión y no volviera a poner tu nombre en ella. No sé que pasará la próxima vez que te tenga en frente. ¿Volveré a tartamudear o te lo diré todo? Es probable que me quede callado, que baje la mirada e intente huir, porque es probable también que me recalques nuevamente de tu novio y de lo bomba que la andas pasando. Yo haré lo mismo que he hecho todas las noches luego de verte en algunas tocadas. Girar. Prender un cigarrillo e iniciar un nuevo plan para no escribir de ti.

Mueran los lunes

Los lunes han perdido su significado motivacional. Ya no son un inicio. No son esperanza. No son un reto. No me sirven. Prefiero los martes, los miércoles, los viernes. Prefiero el sábado y el domingo. Días en los que morir un poco no importa mucho. Nadie se dará cuenta que estás ahí si te mantienes callado.

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